sábado, 3 de marzo de 2018

Sólo cinco meses


Hace cinco meses que tuvimos que volver para extasiar la vista hasta la línea infinita del horizonte, escuchar las olas golpear la fina arena de las playas, jugando eternamente con las conchas, y saludar a amigos y conocidos con los que compartimos un verano inolvidable. Acabábamos de pasar la temporada veraniega cuando ya sentíamos deseos de volver a pasear entre aquellos pinares y sentarnos en las terrazas donde disfrutábamos de un tiempo apacible, de cara al mar.

Hoy contemplamos con incredulidad, al cabo de sólo cinco meses, que la furia de un temporal podía alterar aquella placidez y arrasar una costa ahora desierta y triste. Un mar desatado podía alcanzar el paseo donde transcurrían nuestras horas más felices y amenazar unas instalaciones en las que nos entregábamos a nuestras rutinas. La fuerza incontenible de una tormenta bastaba para destrozar la materia de nuestros sueños y dejar en evidencia la suma fragilidad de nuestras aspiraciones.

Ahora, a escasos cinco meses de otra temporada, confiamos en la voluntad del hombre para no dejarse arrebatar los frutos de su esfuerzo por vivir y rehacer sin demora aquel escondido rincón edénico en el que podíamos experimentar algo semejante a la felicidad. Porque si Isla Cristina no sucumbió al terremoto de Lisboa, que a punto estuvo de hundirla en el océano, una simple tormenta no podrá mancillar tanta belleza y encanto natural, ni impedir la determinación de sus gentes. En sólo cinco meses estaremos en condiciones de admirar ambas cosas, sentados en El Pepín, frente al mar y con la vista perdida en la línea infinita del horizonte.

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