miércoles, 16 de octubre de 2013

Al cielo con unos, a la fosa con otros


Los verdugos de cualquier conflicto, más aun si es fratricida como una guerra civil, desean que nunca nadie se acuerde de sus crímenes ni de sus injusticias. Suelen recomendar encarecidamente que el pasado no debe removerse y lo aconsejable es mirar hacia el futuro. Dejar que el olvido cubra con su manto la memoria de los vencidos, no la de los vencedores. Y nunca están dispuestos a rendir cuentas ni a pedir perdón por las atrocidades cometidas. Pero tampoco dejan que una verdadera reconciliación, la que surge del reconocimiento de las afrentas llevadas a cabo y la recuperación de la dignidad arrebatada de quienes todo lo perdieron, incluyendo la vida, sea posible así pasen 100 años. Sólo guardan memoria por los caídos en su bando, a los que la Iglesia, cómplice con un vencedor al que paseaba bajo palio, los beatifica como mártires a causa de su fe, no como víctimas de una tragedia que arrasó con inocentes a cada lado. Así se escribe la Historia, la historia del vencedor y el poder que detenta para que los cielos acojan a los escogidos de su relato y ni se acuerde de los que aun permanecen en fosas anónimas tan muertos como aquellos, pero sin una pobre plegaria de consuelo. Si eso es liturgia religiosa y no política, que venga Dios y lo vea.

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