martes, 4 de diciembre de 2012

Pensiones y mentiras

Mentir sobre las pensiones y no cumplir lo acordado es muy elocuente. Porque lo grave no es faltar a la verdad ni a las promesas realizadas en todas las oportunidades en que hubo ocasión, sino la actitud premeditada de ocultar las intenciones ya decididas desde el primer momento. Ese afán por engañar a consciencia y de camuflar lo que estaba acordado de antemano es lo más peligroso y repudiable de la forma de gobernar del Partido Popular en su conjunto y de Mariano Rajoy en particular.

Ni la herencia del anterior gobierno era desconocida para un partido que gobernaba la mayoría de las comunidades autónomas, ni las circunstancias de esta crisis imbatible han cambiado para obligar a nuevas medidas de ajuste que no estuvieran previamente contempladas. Siempre, desde el primer instante, el Gobierno conservador de España ha procurado administrar sus recortes e iniciativas neoliberales tras las cortinas del oscurantismo y la negación. Lo ha hecho “alevosamente”, buscando no erosionar el apoyo que había logrado en las últimas elecciones y confiando en la incapacidad crítica de la población, a la que “goebbelianamente” se le satura machaconamente con la salmodia de las dificultades insalvables y las obligaciones imperantes de la situación.

Esa actitud premeditada de ocultar hasta el propio programa electoral y, en especial, las acciones inmediatas de gobierno que iba a emprender queda en evidencia con la demora en presentar los Presupuestos del Estado hasta la celebración de las elecciones andaluzas y, ahora, en anunciar la no actualización de las pensiones tras los comicios catalanes. Siempre el PP ha escogido el momento menos perjudicial para sus intereses partidistas a la hora de hacer público las medidas “inevitables” que tenía ya diseñadas, de forma que no supongan una merma de sus réditos electorales. Su interés en adoptar cuántas “reformas” decía urgentes para la economía se amoldaba al calendario electoral inmediato hasta el punto de dejarlas pendientes hasta la consumación del mismo. Esa estrategia pone de relieve una actitud cínica en la que predomina el engaño y la mentira, con el fin de anteponer lo conveniente al partido que los intereses de la nación y los ciudadanos.

Es por eso que, a estas alturas, el lamento y las justificaciones por la congelación de las pensiones, después de haber escuchado hasta ayer mismo tantas críticas por medidas similares del anterior gobierno, suena ya a hipocresía y desfachatez. Hipocresía porque no le duele a este Gobierno actuar sobre partidas de profundas repercusiones muy negativas en los sectores más débiles de la sociedad con tal de favorecer a los más poderosos (la banca, los ricos), y desfachatez porque eran acciones que todos esperaban de su ideario -como en realidad ha demostrado-, aunque pretendieran ampararse en una supuesta perentoriedad de la situación y la inevitable reducción del déficit.

Las pensiones, como la sanidad, la educación, la justicia, los servicios sociales, la cultura y todo lo que escape a su esquema de sociedad, forman parte de las mentiras a las que nos tiene acostumbrado el Partido Popular, encaminadas a acometer una transformación que jamás ha reconocido, nunca ha anunciado y siempre ha ocultado, pero a la que dedican todas sus energías y voluntad, sus “mejores” cerebros y todos los recursos de que dispone el Gobierno bajo el subterfugio de estar combatiendo una crisis económica. Y para muestra un botón: cualquier prestación o servicio que se retira del sector público acaba siendo provisto por el privado, al que se trasladan los mismos actores políticos que los han eliminado (Lamela, Rato, Zaplana, etc.), en el que “comercian” las mismas entidades que han recibido “ayudas” públicas (Bankia y CAM en Ribiera Salud, etc.) e intercambian actores que portan intereses a ambos lados de esa “puerta giratoria” (De Guindo y Lehman Brothers, etc.)

Toda esta estructura muy interrelacionada entre la política, la economía y los negocios controla los hilos de gobiernos y organismos internacionales para dictar las normas y las leyes que más les conviene, aunque para ello tenga que simular, mentir y empobrecer a los ciudadanos. Sin capacidad de decisión, los gobiernos títeres están en la actualidad en la tarea de desmontar los Estados del Bienestar para que las empresas hagan negocio y las élites sigan siendo la clase dominante. Se aplica a ello en "connivencia" con una crisis tan sospechosa como terca. Poco a poco, todos nosotros -incluyendo a los pensionistas- notamos las consecuencias. También empezamos a advertir las mentiras. Algo es algo

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