1.- Juró y perjuró, por activa y por pasiva, que no subiría los impuestos y lo primero
que hizo al acceder al Gobierno fue subir el IVA, el IBI y los tramos del IRPF.
En contra de lo proclamado estando en la oposición y de lo que acusó a los
gobiernos socialistas, fue madrugar para elevar los impuestos e imponer tasas
que gravan servicios antes gratuitos o más baratos. Justo lo contrario a lo
prometido. Buen comienzo que sorprendió a los propios votantes y simpatizantes,
que empezaron a torcer el gesto.
2.- Aquella bandera con la que recorrió platós y periódicos sobre el carácter sagrado de las pensiones también fue arriada desde
el primer instante, con “subidas” simbólicas del uno por ciento. Y es que no
sólo se han “tocado” las pensiones para reducirlas, sino que está en proyecto
“actualizarlas” computando toda la vida laboral, sin ninguna implantación
progresiva. Si este “recorte” perjudica a los pensionistas, también va contra
ellos el “copago” que se les implanta para sufragar sus medicinas y el euro por
recetas médicas de algunas comunidades para que no abusen de las visitas al
médico. Y es que hasta los viejos, al parecer, han vivido por encima de sus
posibilidades.
3.- No daría dinero público a los bancos, se hartó de repetir cuando solía abrir la boca, hasta
que tuvo que solicitar a Bruselas el único rescate del que, hasta la fecha, no
tiene dudas sobre su necesidad, con tal de reflotar unas entidades que son
parte activa de la crisis financiera y económica que asola el país. Causa
vergüenza que personajes como Rodrigo Rato (Bankia) y otros como él se vayan de
rositas a sus casas, con enormes cantidades blindadas por despido, después de
hundir unos bancos que recibirán “ayudas” de dinero público, pero son incapaces
de brindar soluciones a sus clientes, a los que desahucian sin contemplaciones.
Doble vara “mercantil” de medir.
4.- También se dijo que los
funcionarios podrían estar tranquilos pues ya habían contribuido, con las
medidas de Zapatero -al que exigió su dimisión-, al sacrificio por sacar a España de la crisis, pero se vuelve
a congelarles el suelo y, encima, les suprimen la paga extra de Navidad, que no
cobrarán pero de la que tendrán que cotizar a la Seguridad Social.
Más de un 30 por ciento de merma del poder adquisitivo llevan los empleados
públicos soportando por haber optado a trabajar en la Administración.
Incluso tuvieron que aguantar declaraciones sobre una reforma
que iba acabar con la “lectura de periódicos y los cafelitos”, como si nadie
trabajara con eficacia y honestidad en el sector público, salvo el Gobierno,
claro está.
5.- Tampoco habría
amnistía fiscal para los delincuentes con Hacienda, excepto la que
Cristóbal Montoro puso en marcha prometiendo perdonar las penas y castigos a
los evasores de capitales si retornaban sus “ahorros” a España. Menos de la
mitad de lo calculado ha sido el fruto conseguido a las arcas públicas por esta
insólita propuesta que contradice la severidad prometida ante cualquier tipo de
delito que contravenga la ley. ¿Quién se fía de los embusteros que las toman? Ni consiguiendo la captación del dinero
evadido su efecto hubiera sido ejemplarizante, por premiar a delincuentes
defraudadores frente al honesto cumplidor con Hacienda. Parece que el único
mensaje emitido es que es más barato defraudar al fisco que pagar
religiosamente. Ya lo saben los ricos.
6.- Se presumió, cada vez que tocó hablar de ello, de
preservar la sanidad y la educación
como ejes intocables del Estado de Bienestar, pero enseguida se aplicaron las
tijeras con un recorte adicional de 10.000 millones de euros precisamente en
estas partidas presupuestarias. No sólo se crearon copagos en la sanidad y
repagos en las recetas, sino que además se ampliaron las horas semanales de
trabajo en estos sectores, con las que se eliminan puestos de trabajos
(despidos), y se suplen las bajas y las jubilaciones, renovándose sólo un diez
por ciento del personal. Ello ha llevado a una reducción drástica del personal
que hace peligrar la atención y la calidad en dos servicios básicos para la
sociedad, como son la sanidad y la educación. El cierre de centros de salud
(por las tardes en determinadas comunidades) y los planes de privatización de
hospitales puestos en marcha en Madrid, por ejemplo, acaban de enseñar
definitivamente las intenciones reales de un Gobierno que actúa movido por una
ideología neoliberal que ocultó en su programa.
7.- No crearé un banco malo… hasta que Bruselas lo diga. Y así ha sido. Entre las condiciones para
el rescate de la banca, el Gobierno de Rajoy ha tenido que crear un organismo
público que concentre todos los activos tóxicos problemáticos de las entidades
bancarias que serán necesarias sanear. Otra vez, el dinero público de los
contribuyentes servirá para cargar con las pérdidas de unos bancos cuya
avaricia les llevó a conceder préstamos hipotecarios que ahora son de difícil
liquidación. En vez de “ayudar” a las familias hipotecadas, se prefiere salvar
a los acreedores financieros. El mercado sólo atiende a sus propias
necesidades, no a la de los ciudadanos. Con ayuda del Gobierno.
8.- La prioridad será el empleo, se repitió hasta la saciedad, pero se acomete una reforma
laboral que sólo beneficia al empresario y al capital, facilitando y abaratando
considerablemente el despido incluso cuando las perspectivas, no los
resultados, de rentabilidad de un negocio no sean halagüeñas, y desvinculando
el convenio colectivo del sector como marco de negociación. Una reforma que, al
cabo casi de un año, no ha impedido que la tasa de paro alcance por primera vez
en la historia la cota del 26 por ciento, rozando los seis millones de
desempleados, cuyas prestaciones han sido, además, reducidas en cuantía y
duración. Si esto es primar el empleo por encima de cualquier otra
consideración, dos huelgas generales en su primer año de mandato son la
respuesta más contundente. Nada ha sido más castigado por los incumplimientos
de Rajoy que precisamente el empleo, en todos los sectores y a todos los
niveles, excepto en el militar y el religioso. Algo muy significativo.
9.- También se ofreció favorecer a los autónomos y las PYMES, prometiendo la liquidación del IVA cuando se
cobrasen las facturas, cosa que aún está pendiente de cumplirse. En vista de
los “cumplimientos” en las demás promesas, los afectados están convencidos de
que ésta también formará parte de las mentiras proferidas para ganar unas
elecciones. Es el cierre de pequeños comercios y la quiebra de aquellos
“emprendedores” que apostaron por convertirse en autónomos con lo que se ceba
el paro en nuestro país. Un ejemplo más de las consecuencias traumáticas del
arte de mentir por afán de gobernar.
10.- Nunca –se dijo en el discurso de investidura- apelaré a
la herencia recibida, pero quizás
sea la excusa que más temprano asomó en la boca de todos los ministros de este
Gobierno y de su propio Presidente. Ante cualquier obstáculo encontrado en la
gestión, Mariano Rajoy y sus ministros acudieron a la herencia recibida como pretexto
que justificase su ineficacia o sus mentiras. Tras un año de ejercicio del
Poder, todavía se oye esta disculpa como alivio de responsabilidades y agravios
a la población. Si no fuera porque los ciudadanos son condescendientes y
olvidadizos, estaríamos ante una de las más burdas expresiones de inutilidad
que un gobierno podría argüir para camuflar sus derrotas y fallos. Se esgrime
para achacar prácticamente todos los males al anterior gobierno, al que se
culpa tanto de la crisis económica mundial como del desprestigio de las
instituciones, el aumento de los abortos o el número de parados. Todo lo
negativo es culpa de la herencia recibida. ¿Hasta cuándo?
11.- Iba a ser previsible y dialogar con todo el mundo. Sin embargo, nada de lo realizado
era previsible en función del programa y las promesas ofertadas y el diálogo se
ha materializado en una forma de gobernar mediante decretos-leyes (28 en un
año) que esquivan, a pesar de disfrutar de mayoría absoluta en el Parlamento,
el debate legislativo en las Cortes. Rajoy dice una cosa y hace la contraria,
ofrece diálogo y apenas se somete a las interpelaciones parlamentarias, se le
escapan opiniones en el extranjero (“esto me va a costar una huelga general”)
pero convoca ruedas de prensa sin preguntas en España. Cultiva la opacidad
cuando aseguró la transparencia, y nada en su conducta resulta previsible salvo
la adscripción a la reducción del déficit a cualquier precio como única
doctrina gubernamental, aunque ello condene el crecimiento y hunda a España en
la recesión, como advierten el propio FMI, el BCE y otros organismos
internacionales.
12.- Y diría siempre
la verdad, llamando “al pan, pan y al vino, vino”, cuando en realidad sólo
pronuncia eufemismos y lugares comunes para eludir términos que le escuecen en
lo más íntimo (préstamos en vez de
rescate, ajustes por recortes, sostenible por privatizar, hacer lo que Dios manda por lo que le da
la gana, etc.) o que considera le hacen perder credibilidad y confianza ante
los ciudadanos. Son estas “elusiones” y las mentiras, a las que parece tan
aficionado, las que desmienten su compromiso con la verdad y la claridad en su
actitud de gobernante. Incluso el desdén y la desconsideración contra los que son
reacios a su Gobierno y sus políticas (personas, colectivos o territorios)
forman parte de su comportamiento “oficial” o institucional.
Negar a Andalucía lo que reconoce a otras comunidades, en un
ejemplo territorial, o el dislate insultante tan reciente de manifestar que “si
todos trabajáramos con empeño, las cosas irían mejor”, en alusión a las tropas
en el extranjero frente al resto de los trabajadores de España, son muestras de
una voluntad retorcida y manipuladora, que abraza la mentira como instrumento legítimo
para afianzarse en el Poder. Cualquier
médico, maestro, policía, juez o cartero, por citar sólo a algunos colectivos,
trabaja tan encomiablemente bien en España como el mejor militar en Bosnia y
probablemente con menos derechos y reconocimientos por parte de “su” Gobierno y
con mayores exigencias y méritos para acceder al empleo.
Son 12 mentiras en los primeros 12 meses del Gobierno de Rajoy. Se podría ampliar el número de señales que revelarían la auténtica
materia con la que está constituido el actual Gobierno de España, pero
excederían al número de meses al que se limita un año. Basta con aguardar otro
año para ampliarlas. Al tiempo.
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