sábado, 23 de junio de 2012

Cuando los sueños se cumplen

Me desplazo a donde jamás sospeché ir, disfrutando de una experiencia que me llena de satisfacción. Estoy de visita en el solar extremeño donde mi hijo halla el trabajo que ha perseguido con tanto ahínco y constante preparación. Villanueva de la Serena es un pueblo que nunca hubiera visitado si no fuera porque ahora reside allí ese hijo que emprende la dirección autónoma de su futuro y conduce su vida por la senda que siempre quiso recorrer. Venía con la doble intranquilidad de adentrarme en territorios desconocidos, en lo geográfico y lo personal. Sin embargo, en ambos descubro con satisfacción algo mucho mejor de lo esperado.

Villanueva, junto al cercanísimo (casi se tocan) Don Benito, son poblaciones encantadoras, que encierran una vitalidad que atiborra terrazas y plazas y albergan, como no podía ser menos, una riqueza histórica entre las piedras de sus monumentos, más humildes que el de otras poblaciones con renombre pero igual de interesantes, y una belleza paisajística en sus alrededores. Pero, sobre todo, descubro a un hijo que me ofrece con su comportamiento el fruto de la educación y los desvelos que como padres le dedicamos. No es sólo la responsabilidad con que asume su trabajo, sino la cotidianidad de los pequeños detalles en su quehacer doméstico, que están impregnados de unas enseñanzas que creíamos no aprovechadas o malgastadas.
No hay mayor satisfacción para los padres que la de contemplar a los hijos valerse por sí mismos. Una satisfacción que te llena de orgullo cuando, con su forma de ser, te devuelven aquellos valores que dudabas fueran asimilados en el hogar. Villanueva de la Serena me desvela un rincón hermoso de Extremadura y un hijo convertido en el hombre que soñábamos. Volvemos encantados.

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