martes, 9 de enero de 2018

La nieve de los ineptos

Lo propio del invierno es que, si hace frío -y humedad-, nieve. Y con más probabilidad, en las cumbres de las montañas y en las zonas elevadas del norte del país. La del pasado fin de semana, fue la primera gran nevada que se produce en España, donde, con tales condiciones, en esta época y por estas fechas, la nieve es un fenómeno tan habitual que existen diversas estaciones de esquí que hacen de ella un gran negocio. Lo que no es normal es que un fenómeno tan común de nuestra climatología coja desprevenidos, a pesar de los avisos del Servicio de Meteorología, no sólo a los automovilistas que se desplazan por carreteras que atraviesan los sitios más expuestos, sino a las autoridades encargadas por velar que la nieve no suponga un quebranto de la actividad del país ni un peligro para los ciudadanos. Y, sin embargo, ello fue precisamente lo que se produjo con la primera gran nevada que cayó en el centro del país: un caos debido a una gestión inepta de la situación, que dejó cerca de 3.000 coches bloqueados en medio de una autopista durante más de 18 horas, sin auxilio, ni abrigos ni víveres, por la incompetencia gubernamental. Echar la culpa a los conductores que se aventuraron a circular por esas vías sin el equipamiento adecuado, como hizo el director de la Dirección General de Tráfico (DGT), abunda en la incompetencia e ineptitud de los responsables de nuestra seguridad vial.

Y es que no es de recibo que el concesionario de una autopista de peaje, que cobra por circular por ella, no controle la perfecta viabilidad de la vía, a pesar de todas las cámaras de vigilancia que existen en todo su recorrido, no avise de las incidencias que le afecten antes de acceder a la ella y no disponga de recursos de emergencias para atender las consecuencias de cualquier incidencia, limitándose sólo a cobrar el peaje y abandonar a los conductores a su suerte. Tampoco es de recibo que el Estado, que debería prever la altísima probabilidad de unas nevadas insistentemente pronosticadas por la Agencia Estatal de Meteorología, no sepa reaccionar ni con la diligencia debida ni con los medios suficientes para socorrer con prontitud a las familias atrapadas en una ratonera, a la intemperie, cubiertos de nieve, sin mantas, ni alimentos ni refugios.

No se trata de una tempestad insólita ni de una carretera rural perdida por las montañas, sino de una nevada anunciada con reiteración y una vía de alta densidad de tráfico que enlaza la capital de España, Madrid, con Segovia y Ávila, atravesando la Sierra de Guadarrama a través de túneles, en algunos tramos. Mientras miles de conductores quedaban atrapados el sábado, durante más de 18 horas, en medio del caos, el ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, y su subordinado responsable de la DGT, Gregorio Serrano, permanecían el fin de semana en Sevilla, lejos de sus despachos oficiales, incapaces por su ineptitud de reaccionar con agilidad y eficacia para hacer frente a la situación. Y no fue hasta el domingo que efectivos de la Unidad Militar de Emergencia, un recurso extraordinario por fin movilizado, consiguieron desbloquear la carretera.

Que la concesionaria de la autopista de peaje, Iberpistas, no cerrara la vía con antelación suficiente para evitar el desastre, avisando a los automovilistas de la situación y la necesidad, en todo caso, de utilizar cadenas, y que desde el Gobierno no se tomaran medidas para obligar a cerrar una vía intransitable y socorrer con prontitud a los atrapados por la nieve, son hechos que merecen, no sólo una explicación a los ciudadanos, con la correspondiente compensación a los damnificados, sino también la asunción de responsabilidades por parte de unas autoridades que demostraron su incompetencia e ineptitud en la gestión de un problema que no sólo debían resolver, sino prever. Y si no sirven para un cargo que les queda grande, que se vayan, pero que no echen la culpa a quienes simplemente padecen las consecuencias de su incompetencia e irresponsabilidad.

Ni los conductores tienen culpa de circular por una autopista por la que pagan –además de impuestos- convencidos de su buen estado, precisamente para evitar vías secundarias mal conservadas, ni la climatología de que nieve en invierno en España. Las nevadas y los conductores no son el problema, como pretenden hacernos creer, con sus declaraciones y excusas, quienes precisamente constituyen el verdadero problema: unos responsables gubernamentales que no supieron gestionar una nevada que ni fue excepcional ni de récord, según los expertos. Y eso que pertenecen a un país meridional, que si vivieran en Rusia el caos duraría nueve meses y los conductores morirían congelados en el interior de sus vehículos aguardando inútilmente la ayuda estatal.

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