martes, 12 de septiembre de 2017

Una Diada sectaria

Ayer se celebró el Día de Cataluña (Diada) más sectario de su corta historia, una Diada que congregó en las calles a los catalanes independentistas (30-40 % de la población) y excluyó y menospreció al resto de ciudadanos (60 % de la población) que pueden ser independentistas pero no a cualquier precio, nacionalistas o españolistas. Esa mayoría excluida de catalanes de diversa sensibilidad tiene en común ser respetuosa con la legalidad y por ello tratada como ciudadanos de segunda o, peor aun, como traidores o extranjeros en su propia tierra. Una mayoría silenciosa a la que no se le permite cuestionar ni disentir de la deriva secesionista promovida por el Gobierno de la Generalitat (el famoso procés), siguiendo el dictado de los grupos parlamentarios soberanistas de la CUP (Candidatura de Unidad Popular) y Junts pel Sí (coalición formada por PDeCAT –antigua CiU-, ERC –Esquerra Republicana de Catalunya-, ANC y Omnium).

Precisamente, las organizaciones radicales Asamblea Nacional de Catalunya (ANC) y Omnium Cultural son las convocantes de esas Diadas reivindicativas de la independencia que se celebran desde el año 2012 con el propósito de sensibilizar y atraer a la población para que se sume mayoritariamente a la exigencia secesionista. Es así como el Día de Cataluña (se supone que de todos los catalanes) ha acabado monopolizado de manera sectaria por una minoría (la independentista) para hacer alarde de una imagen de apoyo multitudinario (marea de esteladas) que no se corresponde con la realidad. Y esa necesidad de aparentar fortaleza social era más perentoria este año, en vísperas de la celebración de un referéndum ilegal y sin garantías, en que la Generalitat, subvirtiendo las leyes y actuando con desobediencia al Estado de Derecho, está empecinada en realizar el próximo 1 de octubre. De ahí la preocupación que despertaba la Diada de 2017: iba a ser manipulada como lo fue la manifestación contra el terrorismo organizada tras los atentados de Barcelona.

Pero por muchos vuelos de banderas independentistas –que no catalanas- que desplieguen y mucha parafernalia propagandística, la Diada sectaria de este año ha evidenciado que los sublevados que pretenden ignorar las leyes siguen siendo una minoría social, aunque representen la mayoría en el Parlamento de la Comunidad. Y así no hay manera, ni aritmética, de imponer su voluntad a la totalidad de los catalanes y, menos aun, de los españoles. No tienen razón ni fuerza para ello. Deberían asumir el fracaso de su intentona golpista y acatar la Constitución para volver a encauzar por la vía del diálogo y el respeto a la legalidad cualquier exigencia de autogobierno y reclamación identitaria, como hacen los países civilizados y verdaderamente democráticos. Es decir, con lealtad y sin sectarismos.

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