miércoles, 31 de agosto de 2016

Ablación


Ablación es un concepto que relacionamos con sufrimiento, dolor y sangre. Evoca en nuestras mentes salvajismo atávico, crueldad monstruosa y mutilación desgarradora. Tiene connotaciones de opresión, machismo, superstición e ignorancia. Define el sacrificio y menoscabo de derechos. Remite a prácticas violentas basadas en creencias falsas, en miedos infundados y consideraciones que sirven para preservar desigualdades sociales y abusos de género. Se relaciona con sociedades establecidas sobre la segregación sexual y la condena del placer orgánico de la mujer. Nos hace recordar niñas y mujeres sometidas a amputaciones aberrantes en lo más íntimo de su anatomía por causa de criminales tradiciones misóginas. A ritos que perpetúan el poder de unos con el terror carnicero sobre otros en razón del sexo, buscando someter su sensibilidad y hasta anularla por extirpación física horripilante. En ocasiones, demasiadas ocasiones, significa muerte.

Pero ablación es también un término que significa vida, aunque esta acepción sea menos común o conocida. Está ligada a la salud recobrada por la acción de cortar, separar y quitar lo que la quebranta. Viene de la mano de avances tecnológicos y profundos conocimientos anatómicos de órganos y tejidos, sobre los que actúa delicadamente corrigiendo defectos fisiológicos. Consiste en procedimientos médicos que frenan impulsos desbocados mediante cateterismos vasculares con navegación teledirigida que alcanzan y neutralizan esas fuentes que alteran el ritmo sincopado del corazón. Interrumpe y anula líneas nerviosas aberrantes y los miedos que provocan. Separa y extirpa el peligro que conllevan. Proporciona alegría al enfermo intervenido y satisfacción al profesional que la aplica con los resultados deseados. De ahí que signifique, en casi todas las ocasiones, vida.

Se trata, pues, de un sustantivo con el que nombramos dos realidades distintas, que tiene connotaciones opuestas. Yo he sufrido la segunda, que me ha dado la oportunidad de seguir albergando esperanzas e ilusiones, pero me avergüenza, increpa y enerva la primera. Porque es impropia del ser humano y un atentado a la dignidad de la mujer.

lunes, 29 de agosto de 2016

Investidura eterna


Ejercer la política sin mayorías absolutas o, cuando menos, mayorías simples pero con apoyos puntuales es, por lo que parece, imposible en democracias poco consolidadas o sin una tradición de pactos y coaliciones gubernamentales como la española. Aquí estamos acostumbrados a gobiernos de partido único que hacen y deshacen a su antojo, sin contar apenas con el resto de las fuerzas políticas. Eso ha cambiado. Hace cerca de un año (desde diciembre pasado) que se celebraron elecciones generales en España sin que, tras repetirlas por segunda vez en junio, los partidos que obtuvieron representación parlamentaria, todos minoritarios y sin posibilidad alguna de gobernar en solitario, sean capaces de alcanzar acuerdos que permitan investir un presidente de Gobierno. Y esta situación de interinidad continúa, a estas alturas, sin visos de resolverse a causa de los vetos cruzados y líneas rojas que mantienen las distintas formaciones políticas para llegar a cualquier pacto de mínimos entre sí. Y así no se avanza aunque se multipliquen las elecciones indefinidamente. Hace cerca de un año que el Congreso de los Diputados no hace más que intentar investir un candidato sin conseguirlo, tras renunciar primero Mariano Rajoy (Partido Popular) a someterse a esa votación, intentarlo más tarde Pedro Sánchez (PSOE) de manera infructuosa y volver ahora Rajoy, por fin, a cumplir el trámite. Nos encaminamos, pues, hacia una investidura que nos parecerá eterna puesto que ninguna intentona previa se ha consumado, ni en la “abortada” legislatura pasada y en ésta por estrenar.

Ni los partidos que comparten ideología de derechas ni los de izquierdas logran formar, por requerir apoyos adicionales de otros grupos, ninguna propuesta viable para formar gobierno. Los conservadores del Partido Popular y de Ciudadanos, el gran bloque de la derecha, no suman mayoría absoluta (176 votos) para investir a su candidato, ni los progresistas del PSOE y Podemos, el bloque de la izquierda, tampoco. Además, ni Ciudadanos admite apoyos de partidos nacionalistas, ni PSOE de los que persiguen la independencia, que resultan ser los mismos. Para colmo, los emergentes Podemos y Ciudadanos se repelen mutuamente, negando cualquier punto en común entre ellos. Todo lo cual hace que las negociaciones para una investidura se tornen infructuosas por falta de una voluntad real de entendimiento.

Mariano Rajoy, presidente de Gobierno en funciones y candidato a seguir ocupando el puesto por pertenecer a la minoría con más votos (134 escaños), se limita a verlas venir, consciente de la inviabilidad de ninguna combinación parlamentaria que pueda arrebatarle el sillón. Apura los tiempos y amenaza peligros apocalípticos para el país si no se avienen –los demás- a elegirlo. No se digna recabar los apoyos necesarios que le confieran la confianza del Parlamento. No negocia a la espera de que pánico a unas terceras elecciones mueva a los demás a dejarle gobernar. Y en esa estamos, esta misma semana, en que volvemos a intentarlo, con la única “novedad” de que Rajoy, al fin, acude al Congreso a someterse al proceso de investidura, donde presentará su programa de gobierno con el que solicitará el refrendo de los parlamentarios, un programa que es más de lo mismo: liberalismo económico y conservadurismo social. En medio de ese proyecto, trabajadores y clases medias, la inmensa mayoría de la población que es oprimida y esquilmada por la supresión de derechos, el recorte de las prestaciones públicas y la precariedad en las condiciones laborales. Un proyecto que comprime y “estruja” a esa mayoría social que no puede evitar su destino ni votando mil veces porque el resultado en las urnas favorecerá siempre a la banca, como en los casinos. Y, si no, se repite la jugada tantas veces como sea necesario. ¡Hagan juego, votantes!

La derecha carcomida (por la corrupción) del Partido Popular y la moderna de Ciudadanos logran ahora un acuerdo que les permite sumar 170 votos para que Rajoy, al que tanto denostaron los segundos, sea investido presidente del Gobierno, al menos en una segunda vuelta que sólo precisa mayoría simple. Y, en vez de buscar los seis votos que le faltan entre sus “cuates” ideológicos (que los hay en el Parlamento), Rajoy y Albert Rivera, líder de la formación “naranja”, se limitan a meter presión a los socialistas del PSOE para que se abstengan y permitan esa mayoría simple de votos a favor. Lo más curioso de este insistente reclamo a la “responsabilidad” de los socialistas para evitar unas terceras elecciones es que, cuando se produjo la misma situación en que Pedro Sánchez, líder y candidato del PSOE, intentó también ser investido, el PP de Mariano Rajoy votó en contra. Entonces, nadie acusó de “irresponsabilidad” a los conservadores por evitar unas segundas elecciones generales que finalmente fueron convocadas.

Ya nadie se acuerda de los gobiernos en minoría que en la democracia española han sido posibles gracias a pactos y acuerdos como los que Rajoy no sabe o no quiere conseguir para constituir un Ejecutivo presidido por él. Todos esos gobiernos minoritarios pudieron alcanzar acuerdos con fuerzas afines para sumar apoyos suficientes en una segunda votación de mayoría simple. Supieron pactar y hallar puntos en los que entenderse. Tanto Felipe González, como José Mª Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero hilaron negociaciones cuando las necesitaron para salir investidos con los apoyos de fuerzas nacionalistas, sin que la patria se rompiera ni renunciaran al grueso de sus programas electorales. ¿Por qué no lo consigue Rajoy?

Tal vez en la respuesta a esta pregunta residan las claves de las actuales dificultades que impide alcanzar acuerdos parlamentarios a un partido que ha actuado de manera sectaria a la hora de gobernar, ha emprendido iniciativas muy discutidas por todos los sectores políticos y sociales no representados por el Partido Popular, ha utilizado las instituciones para confrontar con sus adversarios políticos, ha optado por las políticas económicas más perjudiciales para la mayoría de la población y está envuelto en los mayores escándalos de corrupción que afectan a las instituciones y los partidos políticos en España. Que ni sus afines ideológicos quieran saber nada del Partido Popular y menos de su líder, Mariano Rajoy, es sintomático de un mal que no está en los demás, sin en él, en quien ahora, hallándose entre la espada y la pared, exige a todos que le permitan seguir gobernando. Y echa la culpa a los socialistas si no lo consigue.

El miércoles próximo se procederá a la primera votación, que requiere mayoría absoluta, del candidato Rajoy, quien, convencido de que ni con el apoyo firmado con Ciudadanos obtendrá la confianza de la Cámara, ya asegura de que “perseverará en el intento”. El pacto actual ha sido firmado por los portavoces parlamentarios de ambos grupos para diferenciarlo de aquel otro rubricado con los socialistas y que fue tachado de “representación teatral y altisonante” por el propio Rajoy, ridiculizándolo en la tribuna de oradores cuando el socialista se sometía a la sesión de investidura. Ahora insta a la “responsabilidad” que él no ofreció entonces ni es capaz de ofrecer nunca. Íñigo Urkullu, presidente del Partido Nacionalista Vasco y lehendakari del País Vasco, evidencia el problema que sufre Rajoy con un ruego: “que le expliquen una razón, sólo una razón, por la que el PNV tenga que apoyar un Gobierno de Mariano Rajoy”.

En esas estamos desde hace casi un año, buscando razones por las que apoyar a un gobierno que se ha caracterizado por empobrecer a los ciudadanos, limitar derechos, recortar prestaciones, congelar salarios públicos y pensiones, subir impuestos, olvidar a los dependientes y sus familias, implantar la austeridad en el mercado laboral y castigar a quienes se manifiesten en su contra gracias a leyes mordazas concebidas para ello, pero que elabora leyes de amnistía fiscal para los evasores y pide rescates financieros a Bruselas para los bancos; es decir, un Gobierno que ayuda a los ricos y oprime a los menos pudientes. Sólo necesitamos una razón para apoyar una investidura que parece eterna. Hace casi un año que la buscamos…  

sábado, 27 de agosto de 2016

Andar como un egipcio


Me preparo para un cambio, para intentar adaptar mi vida a las nuevas condiciones que me aguardan tras un recodo de este trayecto vital que recorro siempre confiado en hallar más oportunidades que obstáculos. Esta actitud no me impedido tropezar, en algunas ocasiones, con verdaderos problemas que, hasta la fecha, no han hecho mella en mi ánimo ni me han apartado del camino. Pero lo cierto es que, esta vez, he de modificar el paso para adentrarse con precaución en una zona desconocida, transitar por una región ignota de la existencia que puede depararme algunas sorpresas, justamente cuando confiaba haberlas dejado atrás. Vuelven algunos sobresaltos a alterar la placidez de un deambular por los espacios diáfanos de la existencia. Retornan la incertidumbre y los temores que me hacen volver la cabeza a cada paso presagiando algún peligro. Me debato, a estas alturas de la vida, en distinguir lo real de lo infundado de unas amenazas que me obligan a andar como un egipcio, casi de perfil, girando la cabeza constantemente de lado a lado. Es el miedo, mezclado con la alegría, a un cambio de estado. Es la inquietud por un mal presagio. Quedémonos con su melodía burlona.


jueves, 25 de agosto de 2016

Hablando en plata


El dominio de nuestro idioma, con el que diariamente nos comunicamos los hablantes del castellano en España, deja mucho que desear. Resulta que hablamos regular, no sólo cuando lo hacemos coloquialmente sino incluso cuando pretendemos expresarnos de manera formal o culta, pues apenas construimos una frase sintácticamente correcta sin caer en la comodidad de las frases hechas, en los comodines verbales. Pero peor aun es cuando optamos por la comunicación escrita, especialmente si utilizamos las nuevas tecnologías para ello, ya sea a través del teléfono portátil -que no móvil- (mensajitos MSM o WhatsApps) o Internet (redes sociales).

A la hora de expresarnos, tanto de manera oral como escrita, abusamos de las abreviaciones, los neologismos, los latiguillos, las modas y hasta de la desidia que nos hace cometer faltas de ortografía e ignorar tildes y otros signos de puntuación. En no pocas ocasiones, ni siquiera sabemos colocar bien una coma. Y no se trata de convertirnos en académicos de la Lengua, puesto que no es cuestión de adquirir una formación especializada, sino de prestar más atención, para sacar el máximo provecho, a nuestra forma de comunicación, para corregir y evitar usos descuidados. También, para valorar que el uso correcto del idioma facilita la comprensión de lo que deseamos expresar sin equívocos ni malentendidos. Comprender y dominar el instrumento del idioma nos allana el acceso a otras formas de conocimiento que también se estructuran de manera ordenada y regido por normas. Nos habitúa a pensar o reflexionar respetando la lógica de lo complejo. Porque en comunicación, saltarse las normas gramaticales es renunciar al dominio de la herramienta más portentosa que disponemos, como es el idioma, y a ser claros como el agua cada vez que deseamos manifestar aquella otra virtud que nos distingue de los animales, la capacidad de razonar, para expresar nuestros juicios, ideas o emociones. Por eso, si descuidamos el idioma, empobrecemos nuestra capacidad de comunicación, limitamos esa facultad exclusivamente humana de hablar y entendernos de manera racional y renunciamos a transmitir nuestros pensamientos y experiencias, a los demás y a uno mismo, de manera fidedigna.

Viene todo esto a cuento del estudio que acaba de realizar la editorial Rubio -la que elaboraba aquellos cuadernillos didácticos que compraban nuestros padres para que hiciéramos ejercicios durante las vacaciones- acerca de los errores más frecuentes que cometen los que se comunican a través de las redes sociales e Internet. El resultado del estudio no aporta nada nuevo pero provoca bochorno a quienes cuidan y aman el lenguaje. Porque revela que muchos internautas, en su afán por expresarse con escasos caracteres, elaboran unos textos plagados de faltas de ortografía y de “olvidos” o errores gramaticales. Es una costumbre impuesta por las “nuevas tecnologías” que causa pavor, puesto que lo excepcional del lenguaje “on line” puede convertirse en norma en la comunicación cotidiana, oral o escrita, de tal modo que el uso del idioma “comprimido” y lleno de onomatopeyas de la red se contagia a la comunicación personal habitual.

Mucha gente que acostumbra a escribir sin tildes o acentos en las redes sociales, acaba aceptando hablar de igual forma, de manera plana y monótona, obviando los signos de puntuación que nos ayudan a entonar un enunciado sin asfixiarse en el intento. Olvidan cómo enfatizar la pronunciación o la escritura de cualquier frase, con lo que leer un poema o recitar un diálogo se convierte en una tarea verdaderamente ardua. Si a ello añadimos el mal uso de las letras (k y c) al expresar un fonema e ignoramos si “haber” o “a ver” se escriben o no con hache, o nos empeñamos en utilizar los infinitivos para formular imperativos (cerrar por cerrad) y confundimos cuando hay ahí un ¡ay! de ¡cuidado!, que no echamos de menos (también sin hache), comprenderemos entonces que la pobreza en el uso del idioma denota una despreocupación intelectual que no se asume en otras actividades del individuo. Sin embargo, en aquella con que nos presentamos ante los demás y usamos para interrelacionarnos con ellos, cual es el lenguaje, no parece importar que la utilicemos de manera incorrecta y descuidada.

Una pereza para el buen uso del idioma que lo degrada y degrada a la persona. Admiramos a quien se expresa con rigor y claridad, pero evitamos por pereza seguir su ejemplo si ello nos obliga a prestar atención a las palabras y cómo emplearlas. Hasta quienes escriben por oficio o afición, los que tienen el gusto por la escritura, suelen –solemos- caer en los convencionalismos que contiene el lenguaje y que devalúan la precisión y la exactitud en la exposición de un pensamiento. Existen “estilos literarios” que revelan el desconocimiento de las posibilidades de la lengua e inseguridad de su autor, y no consiguen aportar ni originalidad ni un lenguaje rico, tan sólo pedantería y turbiedad. Es decir, la incapacidad para usar con corrección el idioma no amenaza exclusivamente a los hablantes que hacen un uso coloquial de la lengua, sino incluso a quienes se sirven de ella para fines supuestamente más cultos o literarios, los que utilizan la lengua como instrumento de la literatura y la comunicación. El poco dominio que exhiben del medio con que trabajan muchos de estos “profesionales” de la lengua no se concibe en “artistas” de otras materias (pintores, bailarines, cineastas, músicos, etc.) Convendría recomendarles la lectura del útil libro de Luis Magrinyá Estilo rico, estilo pobre para que aprendan, al menos, a no escribir mal.

Creemos que dominamos el idioma materno de forma innata sin necesidad de conocer la estructura lingüística ni la gramática que condiciona su uso correcto. Las nuevas tecnologías parecen fomentar el deterioro de la lengua al obligarnos elaborar textos amputados más que abreviados, circunscritos al empleo de pocos caracteres. Si ambas amenazas no son vencidas por la voluntad de no ceder al declive y empobrecimiento de nuestro idioma, un bien tan preciado como la mayor riqueza que se pueda atesorar, difícilmente podríamos “hablar en plata” en español y siempre estaríamos condicionados por nuestra desidia e ignorancia comunicativa. No sabríamos expresar con rigor y claridad lo que pensamos, lo que queremos y las dudas que nos plantea la existencia. Participaríamos de forma activa en “atrofiar” ese don que nos distingue de los animales: la lengua como instrumento racional de comunicación.

lunes, 22 de agosto de 2016

Sudar en Magacela


Giramos otra visita a los alrededores de Don Benito, en Badajoz (Extremadura), para volver a escalar las atalayas coronadas con los restos de fortificaciones medievales que aún impresionan por lo estratégico de su ubicación, desde donde se puede otear el horizonte hasta decenas de kilómetros en derredor, y por el descomunal esfuerzo que debió ser subir hasta la cima aquellas piedras con las que se construyeron esas soberbias y robustas fortalezas. Esta vez visitamos Magacela, un pequeño pueblo pacense que se descuelga por las laderas de una loma que sobresale en medio del sereno paisaje de la comarca. Un humilde caserío de casas blancas que se aprietan casi unas encima de otras debido a la pendiente y que es atravesado por estrechas calles que trepan zigzagueando hasta lo más alto. Recorrerlas, con tramos escalonados, es un reto no apto para piernas débiles y vehículos a motor, aunque sumamente placentero por permitir descubrir rincones encantadores y unas hermosas vistas que extasían al visitante.

Pero es allá, en la cima del promontorio, donde encontramos los restos de un castillo de probable origen romano del que se mantienen en pie vestigios de la muralla que lo circundaba y una Torre del Homenaje que está siendo objeto de investigación por parte de los arqueólogos. En su conjunto, son piedras que se intentan conservar, y que los siglos no han podido derruir por completo, para que sirvan de testimonio de los pueblos que nos precedieron por estos andurriales. Adyacentes a ellas, como ejemplo pétreo de esa confusión entre civilizaciones con que gusta tejerse la Historia, una antigua iglesia cristiana que sufre la descomposición de sus ladrillos, la antigua parroquia de Santa Ana, abandonada al parecer desde el año 1937, y, como antesala de lo que nos aguarda a todos –cosas y personas-, un viejo cementerio, ya en desuso, en el que reposan los que prefirieron seguir disfrutando de una panorámica impresionante aún muertos. Una panorámica en la que se visualiza la comarca de la Serena, de la que fue capital en el pasado, y las siluetas de las sierras de Montanchez, de Orellana y hasta la de las Cruces, entre otras. La localidad está declarada Bien de Interés Cultural por la Junta de Extremadura, dado los méritos artísticos, históricos y urbanísticos que atesora.  

Merece la pena, pues, sudar en las callejuelas de Magacela y subir a visitar su castillo, donde las sombras de piedras milenarias y el aire fresco de las alturas refrescan y recompensan el gratificante esfuerzo de conocer lugares pintorescos y realmente hermosos. Junto al de Medellín o Trujillo, por citar algunos, estos esqueletos de castillos que resisten el paso del tiempo, de los que Extremadura dispone un rico Patrimonio, revelan la historia de conquistas y culturas que conforman eso que llamamos España. 
 
 
 
           



sábado, 20 de agosto de 2016

Los niños de la guerra

La guerra es la política ejercida con violencia y sin consideración hacia las víctimas, sobre las que descarga su letal fuerza bruta con la que busca aniquilar al enemigo contra el que combate y atemorizar a los ciudadanos civiles, cuyo sufrimiento y bajas favorecen la rendición. Todas las guerras son crueles y dejan un reguero de sangre inocente que los vencedores ignoran y los vencidos denuncian y lloran. Ninguna bomba es tan precisa como para evitar impactar en colegios, hospitales o refugios en los la población se protege de metrallas y balas e intenta escapar de la muerte. El conflicto bélico siempre produce víctimas inocentes que los partes de guerra etiquetan con el eufemismo de “daños colaterales”, aun a sabiendas de que son consecuencias inexorables de la propia lógica del enfrentamiento violento. Hombres, mujeres y niños se hallan entre las víctimas de cualquier guerra que abierta o solapadamente se libran hoy día en el mundo por cualquier motivo. Pero son los niños los que ponen nuestros valores y nuestra moral de papel de fumar en un aprieto cuando su imagen emerge entre las noticias que nos informan de las guerras mediáticas. Entonces, por unos segundos, nos interrogan si la causa de la guerra puede exigir la vida de un ser inocente cuya infancia ha sido arrebatada como la que muestra esa imagen de un niño rescatado milagrosamente bajo los escombros de su casa bombardeada en Siria. Niños que pagan con su inocencia o sus vidas las disputas violentas que sus mayores libran por una idea, un puñado de tierra o unas creencias religiosas. Si esos ojos infantiles, desorientados bajo el polvo que cubre todo su cuerpo, no nos mueven a repudiar las guerras y maldecir su existencia, es que hemos perdido la condición humana que nos distingue de los animales. Hemos renunciado a la humanidad.

viernes, 19 de agosto de 2016

Mi agosto

   
Vivo mi agosto apurando los días de este sol que nos da calor y nos impele a evadirnos de los compromisos adquiridos, de romper los estrechos márgenes que condicionan la existencia para que la foto que nos identifica no resulte desenfocada ni desordenada con los cánones de lo convenido. Disfruto de esta luz que nos predispone al último deambular por las rutinas que nos han hecho transitar del trabajo a casa y de casa al trabajo cual enfebrecidas hormigas afanadas con su destino, ajenas a cuanto les rodea y libres de toda consciencia. Mi agosto me conduce a un otoño vital de días breves pero pleno de amaneceres y ocasos que deslumbrarán mis ojos y despertarán ilusiones inéditas hasta entonces. Me precipita a un otoño a la vez grisáceo y luminoso que, por su inevitable caducidad, te obsequia el disfrute de lo que ya no volverá, de un tiempo postrero para aprovechar los anhelos insatisfechos y dejar que nuevas esperanzas alumbren sus sombras. Mi agosto me encamina, sin apenas darnos cuenta, a completar un ciclo que se cierra para justificar y dar sentido a su propia existencia. Y nos hace sentir, en las horas finales de este estío, la placidez de las aguas mansas que se tranquilizan antes de su desembocadura al mar. Así vivo yo mi agosto.

jueves, 18 de agosto de 2016

80 años sin justicia

Hoy se cumplen 80 años del asesinato de Federico García Lorca sin que todavía se sepa dónde exactamente abandonaron su cuerpo cuando lo fusilaron, en unos barrancos entre Víznar y Alfacar, junto a un maestro de escuela y dos banderilleros, lugar donde se acumulan más de 2.000 ejecutados de la zona por la sed de sangre de los golpistas. Su delito fue ser poeta y un formidable estandarte contra la barbarie de los asesinos, aquellos sublevados comandados por el militar Francisco Franco contra la República española en 1936. Nada más levantarse en armas contra el gobierno legítima y democráticamente establecido, los sediciosos empezaron a aniquilar intelectuales, sindicalistas, políticos, funcionarios fieles a la República y a toda persona que se hubiera significado por respetar la legalidad vigente o demostrar alguna simpatía por la democracia, la libertad, ser sospechosa de “rojo” o, simplemente, pretender el progreso intelectual, cultural, social, educativo y económico de España. Miles de muertos ajusticiados con o sin juicio sumarísimo por los rebeldes, sin contar a los caídos en los frentes de batalla, se hicieron desaparecer en fosas comunes que aún siguen, en su mayor parte, pendientes de descubrir para que los familiares dejen de buscarlos y den digna sepultura.

Todavía hoy se les niega justicia, perdón y memoria. Los herederos biológicos e ideológicos de aquellos falangistas y franquistas que desencadenaron una guerra civil movidos por el odio, impiden cuanto pueden para que no se desentierren esas fosas ni se desarrolle plenamente una ley de Memoria Histórica que pretende resarcir la dignidad de tantas víctimas inocentes, condenadas al silencio y el olvido. Tampoco el Parlamento español, sede institucional de la soberanía nacional en un Estado de Derecho y Democrático, ha sido capaz de condenar expresamente el levantamiento de aquellos militares que tanto daño causó al país y lo condenó a padecer una de las dictaduras más crueles y duraderas del pasado siglo veinte.

Sin embargo, muchos de los que apoyaron el fascismo en España y todavía, incluso, defienden el recuerdo sectario de los vencedores en rótulos de calles, plazas, parques, jardines, hospitales, etc., o mediante estatuas y monumentos erigidos a glorificar la gesta asesina, se prestan ahora a expresar encendidas loas sobre la figura y obra del poeta granadino, cuyo asesinato sigue impune: no se han revisado aquella detención y muerte para declararlas ilegales y nulas, ni se ha condenado moral y políticamente a los autores y régimen dictatorial que lo instaron y perpetraron. Por eso es oportuno, hoy y siempre, recordar la muerte de Federico García Lorca, ajusticiado por su mentalidad progresista, ser un destacado hombre de letras que puso su intelecto al servicio de la causa de la República (Grupo de teatro La Barraca, etc.) y no ocultar ni tampoco hacer alarde de su condición homosexual, todo lo cual, ante los ojos retrógrados e intransigentes de la derecha cavernícola, lo convirtieron en una víctima propiciatoria, y su asesinato, ejemplarizante de la actitud con que iban impartir venganza los vencedores hasta mucho más allá de finalizada la guerra. Hasta hoy.

Hay, pues, que recordar a García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez y cuántos fueron “silenciados” con la muerte o el exilio por no claudicar de sus ideas, mantenerse fieles a la legalidad, no secundar el odio y la barbarie de los insurgentes y fueron víctimas de la vesania fascista. Perseguidos y condenados por defender la libertad y deberse a su pueblo, al que admiran y retratan en poemas, teatro, novelas y cuentos.
 
Hoy se cumplen 80 años de una infamia cometida contra todos ellos y contra ese pueblo al que se dividió arbitrariamente para purgar a los que no se adhirieron al “movimiento” de los matones que impusieron una dictadura bendecida por el nacionalcatolicismo, la burguesía caciquil y los militares desleales a la democracia y la legalidad. Federico García Lorca, percibiendo las nubes que iban a traer tinieblas durante décadas sobre este país, abanderó el rechazo de los intelectuales a los que empuñaron las armas contra sus hermanos y su pueblo, despeñándolos a una guerra civil fraticida que permitía rendir cuentas impunemente contra todo sospechoso de disentir de los criminales sediciosos. Uno de esos sospechosos, por tantos motivos, fue Federico García Lorca, poeta y dramaturgo. Eliminaron la persona y desaparecieron su cuerpo, pero no han podido sustraernos de su obra, en la que cada página, entre el lirismo y el costumbrismo, revela sus ideas liberales y su compromiso con la libertad.

lunes, 15 de agosto de 2016

Predicciones soporíferas


Agosto aburre hasta las moscas, que se vuelven tontas de tanto revolotear sobre el vacío en busca de algún veraneante al que incordiar un rato. Por eso, para perder el tiempo, los que se aburren se ponen a imaginar qué sucederá cuando retornen a la actividad, no sólo individual sino social, e intentan predecir lo que le espera al país cuando deje de estar en modo “stand by” y consiga arrancar de una vez para proporcionar felicidad a la gente, que se supone es el objetivo último de todo gobierno, no el de llevárselo calentito en sobres sin nombre a cualesquiera paraísos fiscales que nadie quiere cerrar.

Todo el mundo, en el sopor de la tarde, hace cavilaciones sobre si Rajoy conseguirá ser investido presidente del Gobierno de España o tendremos que acudir a unas terceras elecciones generales para decidirlo: no los votantes, que ya por dos veces han decidido, sino los elegidos a ponerse de acuerdo. Como abundan los adivinos, no vamos a ser menos y activaremos nuestra soporífera e inútil capacidad de prever el futuro, aunque sólo el inmediato. Y lo que vemos es bastante sombrío, por cierto.

Primero, la buena noticia: no habrá terceras elecciones, no por una súbita responsabilidad de los partidos políticos y sus líderes, sino por vergüenza ajena al bochorno al que se exponen: saben que hasta el más descarriado parado sin prestaciones que recorre los polígonos industriales en busca de su cuota de precariedad (laboral y salarial) estima que ya está bien de tomarle el pelo a la gente. Hasta él sabe que hay que formar gobierno con los mimbres que han proporcionado los votantes en su sabia elección por duplicado. Y si Rajoy es el que más votos ha sacado (aunque nadie confiesa haberlo hecho), pues habrá que aguantarlo otra legislatura más. A lo hecho (en las urnas y por dos veces), pecho. En todo caso, será una legislatura corta, aunque no menos que la nonata anterior, porque el Gobierno no soportará las imposiciones de la oposición para investigar la corrupción barcénica del partido que lo sustenta y las constantes modificaciones que introducirá en todas y cada una de sus iniciativas. Pero al menos durará lo suficiente para aprobar los presupuestos del Estado del próximo curso y los nuevos recortes que Mariano ha aplazado hasta conseguir “estabilidad” (lo que desea cualquier trabajador) en su despacho “monclovita”. Su voluntad, ya se sabe, es continuar `erre que erre´ con esa austeridad que asegura nos traerá la ansiada “recuperación” del pleno empleo y sueldos dignos. Y nos lo creemos. Amén.

Ahora, las malas noticias, porque la ansiada recuperación será puesta, desgraciadamente, en entredicho por el incremento sustancial en las cifras del paro que se registrará en octubre tras el caramelito veraniego. Decenas de miles de contratos temporales de camareros, azafatas de hotel, empleados en tiendas y similares volverán engrosar las listas del INEM como demostración de la calidad laboral que hemos alcanzado en este país. Y es que para eso se hizo la Reforma Laboral, para potenciar un trabajo escaso, mal pagado y extremadamente precario que sea fácil y barato de rescindir gracias al contrato temporal por obra y servicio. Junto a un despido prácticamente gratis, la reforma ha sido un chollo para los empresarios y una cruz para los trabajadores. En medio de las denuncias que sindicatos y partidos políticos formularán hipócritamente de algo tan previsible como cíclico, el Gobierno entonará el canto por lo que no deja de considerar un signo positivo de recuperación del mercado laboral, en comparación con la destrucción de empleo en la época de Zapatero. Es posible que ya esté preparando el argumentario para achacarle al expresidente socialista la nueva recesión económica que amenaza a Europa a causa de los problemas de la banca italiana, el “brexit” inglés y el próximo incremento de los precios del petróleo que el cártel de la OPEP prepara ya. No cabe duda que siempre ha sido útil hallar un tonto a quien echarle la culpa. Y Fátima Báñez y su jefe lo tienen designado.

Claro que para entonces ya andarán en el Partido Popular (PP) en busca de un nuevo líder (carismático o no) que sustituya al más que amortizado Rajoy, alguien más joven y que no esté “contaminado” con los escándalos de corrupción que corroe a ese partido. Cristina Cifuentes y Soraya Sáenz de Santamaría dirigirán el cotarro del que surgirá el nuevo rostro que no podrán repudiar ni Ciudadanos ni los socialistas ni los podemitas ni nadie: alguien limpio de polvo y paja, con lo que queda descartada María Dolores de Cospedal, la del contrato en diferido. Los viejos próceres conservadores disponen de cachorros en el banquillo aunque no cuenten con la debida experiencia ni, fundamentalmente, con la plena confianza para entregarles las riendas del poder. Se sucederán las tensiones y los pulsos entre bastidores que un Congreso Nacional tendrá que templar y calmar. Va a ser sonado.

Entonces, como siempre que pintan la ocasión, José Mª Aznar terciará y publicará otro libro acerca de la importancia de mantenerse fiel a las esencias y no traicionar el legado de los protohombres del conservadurismo patrio español, en especial él mismo y, quizás, por citar al fundador que lo encumbró “sin tutelas ni tutías”, Manuel Fraga. Un libro que vendrá a recordar la importancia de llamarse José María en vez de Mariano y en el que apela al convencimiento indubitable de la existencia de armas de destrucción masiva que lo llevó apoyar la guerra de Irak. También revelará que la verdad sobre los atentados de Atocha aún no se conoce a pesar de sus esfuerzos, junto a los de Ángel Acebes, por esclarecerla. Esperanza Aguirre acogerá el libro como si fuera la Biblia y lo utilizará para fijar el dogma del pensamiento liberal del que cree adolece en los últimos tiempos su partido, lo que justifica la desafección ciudadana. Y es que jamás se retiran del todo estos líderes que, como los personajes bíblicos, son rémoras del pasado por mucho que dicten mensajes apocalípticos contra las desviaciones del presente.

Lo mismo sucede en la facción andaluza del PP, donde su líder provisional, descabalgado del Ayuntamiento de Sevilla y manejado a control remoto por Javier Arenas, sigue lamentando que la nueva corporación municipal no mantenga sus lucesitas de Navidad, herencia de su breve mandato de la que se siente más orgulloso, como Soledad Becerril de sus macetones. No se dan cuentan de que todos ellos pasan y permanece “el niño” Arenas, como la “fuerza” oculta en la sombra de la calle San Fernando.

Y es que en Andalucía nada se guarda en secreto. Ni que Javier es el que manda por muchas sonrisas que prodigue Juan Manuel Moreno ni que Susana Díaz, actual presidenta de la Junta, dará finalmente el salto a Madrid cuando Pedro Sánchez pierda el apoyo de los barones territoriales, hartos de perder elecciones. La única predicción novedosa será conocer quién la sucederá en el liderazgo andaluz entre esa pléyade de palmeros que la jalean cada vez que establece diferencias entre los recortes de su Gobierno y los de la Nación, cuando ambos son asumidos con deleite, como la sarna con gusto que no pica, para cuadrar cuentas que se habían desmadrado allá y acá. Parece que la mejor posicionada para el relevo es esa aventajada `alumna´ de Francisco Vallejo que dirigió, nada más acabar la carrera de medicina, un hospital sevillano. María Jesús Montero, enfática defensora del socialismo sureño, supo gestionar los recortes como consejera de Salud y ahora los administra desde la de Hacienda con tal entrega y pasión que no sería disparatado que Susana la señalara con el dedo para que siga haciendo lo que sabe hacer: lo que le mandan, para disgusto del pobre Mario Jiménez.

Pero ya metidos en el curso venidero, otro Informe PISA volverá a revelar que nuestra educación está a la altura del culo del mundo. La primera universidad española en el ranking aparecerá detrás de otras doscientas que nos aventajan en producción académica e influencia cultural y científica. ¿Tendrá ello algo que ver con el desmesurado número de parados que registra España? ¿Acaso tendrá eso alguna relación con el bajo nivel de lectura de libros en nuestro país, la raquítica venta de periódicos y el escaso dominio de otro idioma en nuestra formación? ¿Influirá, en fin, todo ello en la calidad y prestigio de nuestros gobernantes? Hay cosas que son imposibles de adivinar ni con la bola de un pitoniso.

Más fácil es hacer predicciones de ámbito internacional: Hillary derrotará a Trump y conseguirá ser la primera mujer y el segundo Clinton que accede a la presidencia de Estados Unidos de América. Lo tenía relativamente chupado (sin ánimo de ofender a Mónica Lewinsky) porque el candidato republicado, hábil para los negocios pero obtuso para la política, era un impresentable que con sus provocaciones y payasadas quería atraerse el apoyo de la América cerril ultraconservadora. En su mismo partido advirtieron el peligro del personaje, admirado por los seudoanalistas de la periferia imperial, y permitieron que algunos líderes del Congreso y el Senado expresaran su rechazo a tan vulgar fantoche. ¡Bendita libertad yankee!

Y por último, la ciencia también proporcionará sorpresas, ya que descubrirá rastros de agua en Ganímedes, pero no servirá de nada por su lejanía. En Tocón, pedanía de Íllora (Granada) seguirán, como hace siglos, dependiendo del agua de pozos hasta que se sequen, como ha sucedido este verano, y se vean obligados a comprar agua embotellada. Y es que la ciencia es incapaz de contrarrestar la capacidad de negligencia y desidia humanas, sobre todo si por medio está el negocio. La avaricia y la ambición no hay adivino que los prevea.

viernes, 12 de agosto de 2016

Frontera de agosto

Nos hallamos a mediados de agosto, cuando la festividad de la asunción de la Virgen señala el momento en que el verano inicia su declive inexorable por mucho que persista el calor en castigarnos durante el día y desvelarnos por las noches. Poco a poco estas se tornarán más frescas y aquel comenzará a menguar su dilatada luminosidad. Aun nos acompañarán los bochornos septembrinos con una humedad que no apacigua los ramalazos de fuego que nos bañan en sudor y nos hacen desear las primeras caricias del otoño. Brota entonces esa impaciencia de un tiempo más clemente que hace interminable este trecho final de la estación del sol y su reinado ardiente. Mediados de agosto representa esa frontera que conduce hacia las primeras nubes y los días tamizados de melancolía. Sólo es cuestión de continuar el recorrido que nos conduce, un año más, a derrotar el sofocante verano y llenar los pulmones con el aire fresco de las mañanitas grises cubiertas de hojas.. Ya sólo resta, para los optimistas, el tramo final.

jueves, 11 de agosto de 2016

La impunidad de VW en España


Volkswagen, la multinacional automovilística alemana, ha sido sancionada en diversos países del mundo por cometer fraude en los motores diésel, manipulados electrónicamente para falsear las emisiones reales de gases contaminantes. Italia ha sido el último país, pero uno de los primeros de Europa, en imponer una multa de 5 millones de euros a la empresa alemana por desarrollar lo que eufemísticamente denomina “práctica comercial incorrecta”. Otros países, como la misma Alemania, Reino Unido o Francia –por citar algunos de nuestro entorno-, han puesto al gigante automovilístico europeo en el centro de sus investigaciones y exigen aclaraciones y las correspondientes indemnizaciones a la empresa por incumplir la legislación medioambiental y estafar a los usuarios que adquirieron esos vehículos. Casi todos, menos España.

Hace ya casi un año, en septiembre de 2015, que las autoridades de Estados Unidos descubrieron, sin proponérselo, que miles de vehículos con motorización diésel de la marca Volkswagen (VW) tenían instalado un software que alteraba y reducía los datos reales de emisión de gases contaminantes cuando detectaba que el vehículo estaba en modo prueba (como cuando pasa la ITV, la Inspección Técnica de Vehículos). Ante las pruebas obtenidas por una universidad de aquel país, el fabricante alemán tuvo que reconocer que estaban manipulados con ese dispositivo electrónico más de 11 millones de vehículos. Desde entonces se libra una batalla judicial y administrativa por fraude y violación de leyes medioambientales entre autoridades estatales y usuarios contra la empresa a nivel mundial.

De manera inmediata, en octubre pasado, la Fiscalía alemana registraba la sede central de VW para identificar a los responsables de un hecho que estimaron extremadamente grave por dañar la imagen de prestigio y calidad que caracteriza a la industria de ese país. Por tal motivo, el Ministerio de Transportes germano encargó a la Oficina Federal de Vehículos a Motor (KBA) estudiar los niveles de emisiones de gases contaminantes en más de 50 modelos de una veintena de fabricantes para comprobar la veracidad de los datos suministrados.

Más tarde, conforme se iba extendiendo la magnitud del escándalo, otros países emprendieron actuaciones similares que contemplan registros en las instalaciones de la empresa en Francia y análisis de emisiones en Reino Unido. En otros casos, se ha ido más lejos: Corea del Sur ha suspendido la venta de estos coches al anular los certificados de homologación que les había concedido hasta que se compruebe que realmente las emisiones de gases se ajustan a lo estipulado por la legislación vigente. En el país donde descubrieron el engaño, Estados Unidos, el Departamento de Justicia ha presentado una demanda contra la compañía automovilística alemana, a la que exige hasta 46.000 millones de dólares para compensar a los propietarios de los coches.

A la izquierda,. ministro Soria.
En España, curiosamente, no se ha impulsado hasta la fecha ninguna iniciativa gubernamental en defensa de los usuarios que han sido estafados con la compra de vehículos Volkswagen trucados. El Gobierno español ha optado por inhibirse de exigir responsabilidades al todopoderoso fabricante alemán por miedo a perder las inversiones en sus fábricas de Pamplona (Navarra) y Martorell (Barcelona), en las que emplea a cerca de 22.000 trabajadores y consigue una cifra de negocio de más de 13.000 millones de euros, equivalente al 1,3 por ciento del Producto Interior Bruto español. De ahí que, pese a las reclamaciones iniciales de información e indemnizaciones a la empresa por parte del ministro de Industria de entonces, José Manuel Soria (el mismo que tuvo que dimitir por mentir sobre sus inversiones en paraísos fiscales), se haya pasado a aceptar las explicaciones de la multinacional y no castigar con multas y demandas judiciales a quien ha cometido un fraude tan masivo y descarado.

De este modo, con la promesa de mantener los puestos de trabajo y las inversiones previstas en sus fábricas, a VW se le concede una impunidad en nuestro país que no es admitida en ningún otro. Se le tolera que no respete las leyes y que engañe a los usuarios sin que sufra perjuicio alguno y hasta se permita no acabar de llamar a los propietarios de los vehículos afectados para someterlos a revisión ni concretar cuántos vehículos han de pasar por el taller. Puede hacer lo que quiera. No en balde se trata de un fraude que las ITV españolas no detectan por cuanto estas miden sólo las emisiones de dióxido de carbono (CO2) e ignoran las del óxido nitroso (NOx), cuyo volumen es manipulado por el “software” de los vehículos diésel. Además, la propia Dirección General de Tráfico (DGT) califica el fraude de “incidencia”, con lo que los automovilistas pueden seguir circulando sin ninguna restricción legal ni el fabricante temer ningún problema con la homologación y venta de sus coches. Así, el Gobierno español solventa la recomendación de la Comisión Europea, que pidió a los 28 estados miembros que amplíen sus investigaciones sobre las posibles infracciones cometidas por VW, ya que las competencias de las pruebas de emisión de gases de los vehículos corresponden a cada país.

Pero, ante esta pasividad gubernamental, ha sido la iniciativa civil la que ha emprendido acciones contra el fraude impune de VW en España. La organización de consumidores FACUA ha instado infructuosamente al Gobierno a abrir una investigación que abarque a todo el sector del automóvil para determinar si se están cometiendo irregularidades en los datos sobre niveles contaminantes que declaran oficialmente. Esta asociación ha lamentado públicamente la bochornosa actuación del dimitido ministro de Industria, que se había apresurado a defender la empresa, al afirmar que no tenía “ninguna noticia de problemas” en la homologación de los vehículos que comercializa en España.

También la Justicia ha tomado cartas en el asunto. El juez de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, ha abierto diligencias de investigación contra la compañía por presuntos delitos de fraude, publicidad engañosa y contra el medio ambiente, lo que comunicó al representante legal de la filial española en una citación. Queda así patente la pasividad del Gobierno, ante un caso de flagrante violación de la ley y fraude masivo, al limitarse a asumir los argumentos de la empresa y decir, como no podía ser de otra manera, que colaborará “estrechamente” con la Audiencia Nacional, sin personarse en la acusación, a pesar de las implicaciones legales que presenta el escándalo y los perjuicios a las arcas públicas que ocasiona un fraude en las ayudas que concede el Gobierno a través del Plan PIVE para la sustitución de los coches contaminantes, ayudas de las que podría reclamar judicialmente su devolución al fabricante alemán. Tal parece que los intereses particulares del grupo automovilístico son más importantes para el Gobierno español que los generales de los ciudadanos. Sólo así se comprende la impunidad que goza el fabricante alemán en España.

lunes, 8 de agosto de 2016

Bueno y mártir

La actualidad española se caracteriza por el inmovilismo y la desaparición de un pensamiento crítico que no se deja engatusar por la propaganda política y que cuestiona la realidad. Y la realidad es que sobrevivimos a un Gobierno en funciones en el que su presidente sigue mostrándose como un mártir ante los ciudadanos porque no le dejan gobernar pese a no tener votos suficientes para ello. Exige el mártir de la Moncloa que toda la oposición no haga oposición y le permita seguir impulsando iniciativas lesivas para los humildes que poco tienen (sólo trabajo y se lo quitan) pero beneficiosas para los que acaparan riquezas y negocios.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo salir de esta situación de inmovilidad y desidia en la que unos y otros siguen enrocados en sus posiciones iniciales, salvo Ciudadanos que, para demostrar el giro copernicano de sus planteamientos electorales, ahora acepta que Rajoy, el implicado en la corrupción de su partido, continúe al frente del Ejecutivo pero sin apoyarlo explícitamente, sino mediante la abstención de sus votos. Un sí pero no con el que intenta camuflar sus veleidades ideológicas, aquellas con las que apoyaba ayer un acuerdo con los socialistas del PSOE, y hoy, una `entente´ con los conservadores del PP. Así, pretende presentarse como garante de la gobernabilidad sin mojarse en apoyar abiertamente con un voto afirmativo a sus afines ideológicos. Además, exige que el PSOE, que se mantiene en sus trece desde diciembre pasado, pase del “no” a la abstención, única posibilidad, tras el “no” de las formaciones nacionalistas, de que el cambalache PP-C´s salga adelante. El mártir, mientras tanto, aguarda pasivamente que el Gobierno le caiga del cielo como fruta madura sin hacer nada, sin negociar, sin ceder, sin buscar acuerdos puntuales o de legislatura, y limitándose a meter miedo: que si los presupuestos, que si el techo de gasto, que si la multa de Bruselas, que si las pensiones, que si los funcionarios, etc. Ahora se acuerda de todos esos colectivos a los que ha castigado en la pasada legislatura con sus recortes, ajustes, congelaciones de sueldo y pensiones y demás durísimas medidas de austeridad que nos han llevado a donde nos han llevado: a la precariedad absoluta en todo, en salarios, trabajo y en expectativas de que nuestros hijos vivan mejor que nosotros. Encima, el mártir pretende que todos le apoyen para continuar aplicando la misma política y las mismas recetas…

Y los que piensan en serio en lo que somos y lo que hacemos, en cómo nos quedamos embobados con la basura audiovisual e idiotizados con la propaganda, los que reflexionan sobre el papel de los mitos y las instituciones en nuestras vidas, los que analizan la sopa boba que nos tragamos sin rechistar mediante el simulacro de información, democracia o creencias con que nos manejan, esos pensadores se mueren sin que nadie los eche de menos y sin los tumultos que se organizan en los velatorios de cualquier chiquilicuatre de la farándula que, después de robar a todo el mundo, quiere pasar por patriota o artista de sensibilidad especial. Así, en esta España de constantes vitales en funciones, hasta los cementerios también parecen estar en funciones mortuorias para acoger a pensadores honestos que fallecen hartos de vivir y de pensar, como Gustavo Bueno, un filósofo que pocos han leído y ningún político que se cree ilustre se ha dignado condecorar para evitar el sonrojo de que le pongan la cara colorada con los recortes en educación y las iniciativas para arrinconar la filosofía en los planes de estudio. Por eso este país no tiene costumbre de pensar: se hace lo imposible por erradicar tan peligroso hábito… 

No extraña tanta ignorancia oficial y popular con un hombre que se preocupaba por “La influencia de la religión en la sociedad española” y sacaba las tripas de la telebasura con su obra “Telebasura y democracia”, entre otros asuntos que diseccionó con su pensamiento crítico, poco vulnerable al conformismo y la estulticia.

La instantánea actual de nuestra realidad es, pues, esa España buena y mártir, un país caracterizado por los extremos de la más alta racionalidad que se manifiesta en un pensamiento crítico, tan bueno como inútil, y la más baja mediocridad que apela a las emociones, no a la razón, tan útil como infame para disfrazarse de mártir y seguir defendiendo intereses de clase y un modelo sectario de sociedad, en el que unos pocos viven a cuerpo de rey mientras la mayoría las pasa canutas. Una España buena y mártir.

viernes, 5 de agosto de 2016

¿Qué dirá Lobo?

Se ha desatado cierta polémica por la decisión de unos padres en querer llamar a su hijo `Lobo´, lo que, en principio, no fue aceptado en el Registro judicial, aunque finalmente, tras la presentación de un recurso ante la Dirección General de Registro y del Notariado, permitiera la inscripción. Afirman esos padres que la lucha por imponer ese nombre al hijo que acababa de nacer fue una auténtica “pesadilla”, por lo que confían que ello sirva de precedente para que no vuelva a ocurrir. Ya consta el nombre de Lobo en el Libro de Familia y sólo resta aguardar unas décadas para saber si quien va a llamarse así el resto de su vida estará contento con esta decisión de sus papás. De toda esta historia, y de otros casos similares, lo que llama la atención no es la singularidad del nombre, sino esa libertad de los progenitores para imponer cualquier nombre a sus hijos sin pensar si estos en el futuro estarán conformes con el mismo. En toda esta polémica, nadie ha defendido al niño, que ha sido tratado como un objeto que es susceptible de ser nominado como apetezca a sus padres, ni se ha estimado el derecho de poder modificarlo, si así lo desea, cuando cumpla la mayoría de edad, cosa harto improbable por el peso de la costumbre y para evitar disgustos a quienes escogieron su nombre.

Hay que tener en cuenta que, en esto de poner nombre a los vástagos, muchos padres se dejan llevar por la moda, la actualidad de personajes famosos o por hechos especialmente destacados que trasladan al nombre de sus hijos. Cada época genera nombres propios curiosos que, décadas más tarde, nadie recuerda su procedencia pero marcan la identidad de quien los lleva en el DNI. Son los Heidi, Shakyra, Desiré, Vanesa, Kevincostner o Supermán, entre otros. También existen nombres que simplemente obedecen a tradiciones familiares que han de heredar los sucesores, como Dolores, Petronila, Salustiano, Silverio, Rafaela, Gumersindo, Sinforosa, etc. Entre los nombres propios que, como Lobo, son al mismo tiempo nombre común de animal, están Paloma, León, Delfín, Alondra, Águila y hasta Rana. Incluso, en un alarde de supuesta originalidad, hay personas cuyos padres las han condenado a responder cada vez que escuchen nombres tales como Canuto, Arquímedes, Afrodisia, Sindética, Prepedigna, Austridiniano y otros de impronunciable y cuestionable “sonoridad”.

Si a ello añadimos la aleatoria adición de un apellido que puede aumentar la excentricidad o la comicidad de un nombre, podemos concluir que los padres perpetran en muchas ocasiones un verdadero atentado a la hora de nombrar a sus hijos. En cualquier caso, lo que hace atractivo o feo un nombre no es el sustantivo en sí, sino la persona a la que identificamos con él. Nombres hermosos nos parecen repudiables porque nos recuerdan a personas desagradables. Y, por el contrario, nombres “raros” nos parecen afortunados porque pertenecen a seres que consideramos agradables y buenos. Quiere decirse que, más allá de la palabra que escojamos para poner nombre a un hijo, lo importante es la crianza y la educación que le proporcionemos, pensando siempre en su bienestar y futuro. Si, encima, procuramos evitarles que su nombre sea un factor de disgustos y extrañeza en el contexto cultural en que nos desenvolvemos, mejor aún: menos problemas y obstáculos hallará en su vida. Por ello, de toda esta historia, me quedo con las ganas de saber qué dirá Lobo dentro de veinte años.  

jueves, 4 de agosto de 2016

Entre la bella y la bestia

El título es una exageración, a qué negarlo, porque ni Hillary Clinton es precisamente una beldad –nunca lo ha sido- ni Donald Trump es totalmente una bestia, aunque lo parezca. Pero el titular sí sirve para, de una manera simplista, describir gráficamente las opciones que se enfrentan en las presidenciales de Estados Unidos, elecciones importantes para ellos y trascendentales para los países que dependemos de, y giramos en torna a, la única Gran Potencia mundial. Ambos candidatos, ya confirmados en las convenciones de sus respectivos partidos, se disputarán el próximo 8 de noviembre el sillón del Despacho Oval de la Casa Blanca y el vencedor asumirá el cargo de Comandante en jefe del Ejército más poderoso del planeta, con bases en todo el mundo. De esta manera, el bocazas de Trump podría ser el portador del maletín nuclear y declarar la guerra a todos aquellos pueblos que desprecia y desea eliminar del mapa (hispanos, musulmanes, chinos, etc.) o la antipática Clinton, que es incapaz de ocultar su asombro ante las imágenes espectaculares de sus escuadrones de élite en plena acción, ser la primera mujer que rompe el último techo de cristal que parecía inasequible a una real igualdad entre el hombre y la mujer, y hacerse con la presidencia de un Gobierno histórica y exclusivamente dirigido por hombres. Que una mujer llegue a ser presidenta de EE.UU. es algo que misóginos como Trump no toleran y, por ello, son capaces de reclamar la ingerencia de una potencia extranjera para que espíe y divulgue los correos electrónicos privados de la candidata demócrata, cuando era Secretaria de Estado, con tal de desprestigiarla. Estos son los talantes entre los que pivota la próxima presidencia de Estados Unidos de América.

Entre ambos talantes, nadie en su sano juicio escogería al candidato republicano cuya nominación primero ha abochornado a los sensatos, luego ha asombrado a los incrédulos y finalmente ha atemorizado a todos aquellos que adivinan el peligro que supone un presidente populista, demagogo, engreído, ignorante y bocazas que se cree capaz de arreglar de un plumazo y con medidas radicales todos los problemas a los que se enfrenta no sólo su país, sino el mundo entero. Un candidato que es tachado de irresponsable porque ha llegado a decir que estaría dispuesto a usar armas nucleares para combatir el terrorismo y que cambiaría las leyes para permitir la tortura como forma de obtener información de los terroristas. Y es que la carrera electoral de Donald Trump ha estado dominada por los insultos, las mofas sobre los que disienten de él y las provocaciones groseras a los que no le ríen las gracias: mujeres, minorías raciales, intelectuales, el “establishment” político, su concepto de política exterior, la élite económica y hasta los medios de comunicación y los periodistas, a los que expulsa cada dos por tres de sus ruedas de prensa. Con tal ilustrado bagaje, no es de extrañar que el mejor argumento que ha podido encontrar para atacar a su contrincante Clinton sea el de compararla con el mismísimo diablo. Fiel a su estilo, casi todas las manifestaciones del magnate Trump son escandalosas, exageradas y pertenecen al género de los exabruptos. Todo un personaje mediático que ha sabido captar la atención y la confianza de amplios sectores de la población, en los que reina el descontento por los problemas económicos y sociales y por las expectativas de primacía global de su país, hasta auparle a disputar la presidencia a una ortodoxa de la política norteamericana como es Hillary Clinton.     

Por su parte, Hillary Clinton es la segunda vez que intenta conquistar la presidencia de Estados Unidos. Ya en 2008 compitió y perdió en primarias frente a Barack Obama, quien sin embargo la rescató como Secretaria de Estado de su Gobierno. Esta licenciada en Derecho, que cursó estudios en Yale y Cambridge y fue catalogada entre las 100 mejores abogadas más influyentes en los años 1975 a 1991, tiene un amplio historial de activista y ambición política que se visualiza en su carácter: fría, antipática y dura. Como esposa del expresidente Bill Clinton, ha estado vinculada a la política desde que su marido era gobernador de Arkansas en la década de los setenta del siglo pasado, cuando ya dirigió una comisión especial sobre la reforma sanitaria, asunto que volvió a impulsar infructuosamente desde la Casa Blanca. Esa “sensibilidad” social queda de nuevo de manifiesto en su programa electoral al propugnar un salario mínimo a los trabajadores, abolir la pena de muerte y apoyar las medidas migratorias impulsadas por Obama y que tanto “escuecen” a su contrincante Trump. Ella es la candidata que más se ha preocupado por la situación de las mujeres y los inmigrantes, prometiendo políticas que respalden sus derechos y corrijan las desigualdades que aun padecen. También es partidaria de regular el mercado financiero y de instaurar medidas que eviten los desafueros que acaban transformándose en crisis económicas que pagan finalmente quienes no tienen culpa. Y en política exterior, con la visión de primera mano que le confiere su paso por la Secretaría de Estado, parece dispuesta a recurrir más a la acción que a la negociación siempre que ello sea ineludible, se muestra favorable a combatir el ISIS con fuerzas regionales antes que con tropas norteamericanas y apoya la solución negociada entre Israel y Palestina en conformidad con las resoluciones de la ONU.

La comparación de sus programas electorales evidencia las enormes discrepancias que caracterizan dos visiones opuestas de la realidad y de los proyectos con que pretenden abordarla sus candidatos. El magnate Trump confía en su experiencia empresarial, nula en política, para dirigir la nación y encarar los problemas a que se enfrenta, apelando a un patrioterismo ramplón de medidas extremas, como levantar un muro en la frontera con México para evitar la inmigración irregular, y a la fuerza, con tortura incluida, para combatir el terrorismo, como si este fuera un enemigo visible al otro lado de la trinchera. Frente a él se sitúa la exsenadora Clinton, que promete dar prioridad a la recuperación económica, sobre todo de los sectores más desfavorecidos, y potenciar desde el gobierno valores que estima duraderos, como la libertad, la igualdad, la justicia y la oportunidad.

Es desde el punto de vista de sus ideas, talantes y propuestas que la comparación entre la candidata demócrata Hillary Clinton y el candidato republicano Donald Trump parece la misma que entre la bella y la bestia. Son como la noche y el día, no sólo en lo físico o estético, sino en lo ideológico y ético. Confiemos que la sensatez, la racionalidad y el sentido común guíen a los votantes que elegirán al próximo presidente de USA. Nunca nos hemos jugado tanto en unas elecciones presidenciales norteamericanas.

lunes, 1 de agosto de 2016

Agosto

     
Si hay un mes que signifique vacaciones es este. Agosto es el mes que escoge la mayoría de la gente para su descanso anual, ya sea un descanso retribuido o no. Algunas personas reservan unos días para escapar a la playa, la montaña, la casa familiar en el pueblo de origen o todo ello alternativamente. Otros aprovechan la totalidad del mes para quedarse en sus hogares sin más ocupación que la de dejar transcurrir las jornadas plácidamente y entregarse al ocio que puedan permitirse. Los hoteles, las viviendas de alquiler, las casas rurales, los medios de transporte (tren, avión, coches, barcos), bares y restaurantes hacen su “agosto” obteniendo la mayor parte de sus ganancias gracias al turismo de vacaciones que se concentra en este mes de forma preferente. Las ciudades de interior, en cambio, se quedan medio vacías y aletargadas a causa de esa huida vacacional de la población y el cierre temporal de muchos establecimientos. Aunque en julio se producen, por lo general, los picos de calor más elevados, agosto es un mes tórrido en que los días comienzan tímidamente a menguar y la amenaza del pedrisco inquieta a unos agricultores prestos a recoger sus cosechas. Se trata del octavo mes del año que aparenta ser, por esa interrupción que ocasiona en la actividad humana, la linde que lo divide por la mitad cuando en realidad nos aboca al último tercio del calendario. Agosto y ocio predisponen al “sprint” final de un ciclo con ilusiones y ánimos renovados para... seguir haciendo lo mismo. Porque el que hoy comienza es un mes para descansar, no para hacer mudanza ni cambios importantes en la vida. Para eso está el resto del año. Que lo disfruten quienes hoy inician sus vacaciones.