lunes, 9 de marzo de 2015

Año electoral, primer asalto: andaluzas (y 4)


Las elecciones andaluzas representan el inicio de un cambio, el punto de inflexión que nos hace transitar hacia una realidad insólita en el escenario político no sólo regional, sino también nacional: el fin de la hegemonía de dos únicas ofertas que se alternaban el poder. Estos comicios nos traen el fin del bipartidismo en España y la instauración de la fragmentación en el Parlamento andaluz. Nos abocan a otra forma de hacer política, menos monolítica y más dialogante, actitudes obligadas por la necesidad de alcanzar acuerdos para poder llevar a cabo la acción de gobierno.

Nuevos partidos emergen con fuerza suficiente para desplazar a las grandes formaciones tradicionales en el monopolio del poder y con capacidad para arrebatarles la confianza de los ciudadanos, hartos de una alternancia que mantiene intacto el modelo económico y social que privilegia a los poderosos y pudientes. Será Andalucía, primer asalto electoral, donde se  podrá constatar lo que las encuestas vienen anunciando reiteradamente: la formación de un Parlamento multicolor, un arcoiris parlamentario constituido por, al menos, cinco partidos sin que ninguno detente la mayoría absoluta. PSOE, PP, Podemos, Ciudadanos, IU y UPyD son los candidatos a estar representados entre los 109 diputados regionales que se elegirán dentro de dos semanas. Hoy toca hacer algunas valoraciones de esos nuevos partidos emergentes que también utilizan estas elecciones como campo de pruebas de su implantación entre las preferencias políticas de la ciudadanía. Aquí miden su musculatura electoral.

El partido que en las encuestas aparece con mayores posibilidades entre los emergentes es Podemos, la formación liderada por Pablo Iglesias y que de manera imparable ha sabido atraer el aprecio de los desencantados e indignados con una forma de ejercer la política de espaldas a la gente y como medio de vida de los profesionales que la parasitan, lo que Podemos denomina “casta”. La devastación producida por la crisis económica entre las capas más vulnerables de la población y los escándalos de corrupción que, como una gangrena, corroe el sistema de partidos y las instituciones, han facilitado el surgimiento de nuevos referentes para una población hastiada, desconcertada, frustrada, desilusionada y huérfana de proyectos y esperanzas. Esas carencias y necesidades explican en parte el fenómeno populista, sumamente atrayente, de Podemos y, en menor medida, de Ciudadanos.

Casi sin tiempo para organizar su estructura en la Comunidad, Podemos logra presentar una candidatura encabezada por Teresa Rodríguez-Rubio, integrante de Anticapitalistas, la formación trostkista que apoyó a Podemos en las pasadas elecciones europeas. Con un ideario apenas esbozado, esta formación consigue aglutinar la atención de muchos de los votantes que muestran desapego de los dos grandes partidos tradicionales y de aquella izquierda dispuesta a conformarse con figurar como atrezzo en el decorado. No es de extrañar, por tanto, que las encuestas pronostiquen una cuota del 21 por ciento de los votos, lo que convierte a Podemos en la segunda fuerza del futuro Parlamento andaluz, por delante el Partido Popular. El gran perjudicado de esta irrupción sería Izquierda Unida, cuyos seguidores y votantes más “radicales” optan por los nuevos cantos de sirena del nuevo partido antes que por la fidelidad al comunismo más pragmático de su antigua morada. También el PSOE, pero en menor medida, pierde votantes a favor de Podemos.

Ciudadanos, en cambio, más que utopías ofrece mesura, sensatez y modernidad al votante de centro-derecha, incómodo con un PP intransigente en lo moral, retrógrado en lo social y liberal en lo económico. Esta formación busca ser alternativa al populismo y el bipartidismo. Sin apenas infraestructura en la región, Ciudadanos se ve beneficiado por los deseos de cambio que desatan estas elecciones anticipadas y su candidato a la Junta de Andalucía, Juan Marín, un concejal de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) que apoya el gobierno municipal del PSOE, se declara “sin programa y sin ideología”. Dice perseguir que las cosas funcionen y guiarse por el sentido común. Los sondeos le adjudican un 7 por ciento de sufragios, con el que lograría entre 6 y 8 escaños en el antiguo Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento de Andalucía. Quien peligra con la creciente tendencia al ascenso de Ciudadanos es el Partido Popular, al que las encuestas señalan como el más perjudicado en estas elecciones, con una pérdida de más de 10 puntos porcentuales. Esta formación, que lidera Albert Rivera con un mensaje regeneracionista, tiene a diferencia de Podemos “experiencia” política, pues dispone de representación en el Parlamento de Cataluña, donde surgió hace nueve años, y en la Cámara europea. Es un partido emergente, pero no tan nuevo, y que ahora, desde Andalucía, persigue su consolidación nacional.

Justamente Ciudadanos también ha desbordado a Unión Progreso y Democracia (UPyD), el partido de Rosa Díez que desea un Estado simétrico en el que todas las regiones tengan los mismos derechos y deberes, y al que las previsiones demoscópicas otorgan una presencia testimonial, de uno o dos diputados, en el Parlamento andaluz. Su candidato, elegido en primarias con más del 60 por ciento de las papeletas, el abogado Martín de la Herrán, es el único que repite cartel, pues ya fue candidato en las elecciones de 2012. Su empeño es que los ciudadanos vuelvan a confiar en la clase política y echar a los corruptos de las instituciones.       

Todos ellos tienen en sus manos responder a las demandas de la gente, que la última encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) dejaba meridianamente claras: el paro, la economía, la corrupción, la sanidad, la educación y la vivienda. Por ese orden. Todos ellos prometen medidas de transparencia, regeneración y limpieza. Todos abogan por el empleo y la recuperación económica. Todos se comprometen acabar con la corrupción y los chanchullos, a dejar de mirarse el ombligo y atender a quienes les pagan el sueldo, los ciudadanos. Parece ser que se acabaron los rodillos de las mayorías absolutas y todos dependerán de todos, vigilándose mutuamente, controlándose entre ellos, para dar cumplida cuenta de lo pactado, servir a la ciudadanía y dedicar todo el tiempo de su actividad para lo que fueron elegidos, resolver los problemas que bien saben diagnosticar (como demuestran en campaña) y tan mal solucionar. Ahora se abre un tiempo nuevo en que todos estos partidos y sus candidatos podrán demostrar ser merecedores de la confianza y el voto de los andaluces, demostrarnos la sinceridad de sus promesas y la honestidad y valía de una función: la del político dedicado al servicio público. Es la hora de los ciudadanos en este primer asalto de un año electoral denso e incierto. Exijámosles y exijámonos responsabilidad.

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