sábado, 7 de febrero de 2015

Saber, conocer, opinar

Un amigo divaga la disyuntiva entre saber y conocer, apoyándose en el consejo de un filósofo que infiere que la sabiduría permite vivir mejor en función de lo que sabemos. Los monos no saben, o eso creemos, y viven aparentemente bien en su hábitat con lo que conocen, hasta que el ser humano arrasó la selva. Conocer es dejarse llevar por los sentidos, guiarse por lo que vemos, oímos, tocamos, olemos y probamos para luego recordar no meter la pata. Saber es más complejo, requiere aplicar el intelecto y buscar el porqué de las cosas, sus causas. No basta con ser racional para dedicarse a buscar el saber. Muchos, una mayoría de pensantes, prefieren conocer. Ello no implica entender lo que hacemos, ni ser conscientes de cómo lo hacemos, incluso ni por qué lo hacemos. Nos dejamos llevar, en función de lo que hagan los demás o de nuestros apetitos.

Otro filósofo distingue entre opinar y saber. Concluye que el saber es más estricto que el mero pensar y opinar, y que casi todos preferimos opinar a saber. Era algo que ya había descubierto la filosofía griega hace siglos cuando distinguía entre el conocimiento sólido (episteme) y la opinión infundada (doxa). De ese afán estricto por saber nace la ciencia, del latín scientia, derivado del verbo scire, saber. Opinar es hablar de lo que no sabemos, especular con lo que conocemos, a veces de manera contradictoria y sin llegar a establecer teorías empíricas que expliquen nada. Pero ambos -saber y opinar- se basan no obstante en la observación, se construyen sobre las observaciones, aunque el primero (saber, ciencia) se contrasta y verifica científicamente con la realidad, y el segundo (opinar, conocer) surge de nuestra personal y limitada experiencia. La sabiduría es reacia a enunciar lo desconocido, pero la opinión puede abordar cualquier asunto, desde la última boutade de Belén Esteban hasta la implicación en nuestras vidas de los quarks y los bosones de Higgs. Lo cierto es que, para ir tirando, con conocer y opinar podemos emprender cualquier viaje, aunque no sepamos adónde, ni para qué ni por qué viajamos. Simplemente lo hacemos, como ésta opinión. Por diversión.

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