viernes, 2 de enero de 2015

Año nuevo ubicuo

Despedimos doce meses e iniciamos otros doce bajo el dígito 2015 haciendo lo que la costumbre nos dicta: con celebraciones y buenos propósitos, intentando compartir con la familia unas esperanzas que pocas veces se cumplen para que la frustración nos amenace con su daga de doble filo: la del pesimismo y la derrota. No obstante, cada año encontramos motivos para brindar por lo conseguido y mirar el futuro con cierto optimismo. Y, sobre todo, para desear ver crecer a los hijos y no encontrárnoslos crecidos y adultos, convertidos en un vago recuerdo de lo que fueron de niños reflejado en sus pupilas. Así, procuramos que, a pesar de las dificultades, aprovechar estos fastos dedicados al consumo y la sensiblería para reunir a la familia en torno a una mesa y entregarnos al viejo hábito de hablar y reír mirándonos a los ojos y no a través de mensajitos de un teléfono móvil. Cosa cada vez más difícil porque la vida nos aleja unos de otros. Este año hemos tomado las uvas en la población jienense de Andújar, donde, si hace frío, hiela y la escarcha cubre charcos y las carrocerías de los coches con una delgada pero petrificada coraza blanquecina. Acudíamos a paliar la soledad de un hijo que debía permanecer allí por obligaciones laborales, mientras las nuevas tecnologías nos permitían estar en contacto con el resto de una familia que tenía desperdigados a sus miembros entre Sudáfrica y Sevilla, pudiendo brindar todos juntos por un nuevo año ubicuo, en el que ni las distancias ni las circunstancias fueron impedimentos para sentirlos cercanos y queridos.

Entre Upington, Andújar,
Burguillos y Mairena del Aljarafe

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