jueves, 23 de octubre de 2014

El `júbilo´ de Loli


Foto: Loli Martín
Cualquier trabajador, cumplida la edad, desea descansar, disponer de tiempo abundante para estar con su familia y consigo mismo, hacer lo que de verdad apetece y añorar tiempos pretéritos en los que se nublan las penurias y resaltan mitificados las fuerzas e ilusiones de una lejana juventud. A todos, con suerte, nos alcanza la jubilación, tanto mejor si la salud la acompaña y los proyectos se acumulan en el ánimo para el trecho de camino que resta recorrer en la vida.

Hay, empero, quienes se angustian con el forzado retiro en el horizonte vital próximo, quienes desearían continuar una vida laboral activa que ahuyente el fantasma de la “obsolescencia final programada”. Muchos, también, los que forjan una segunda familia en el trabajo porque, al cabo de tantos años de trenzar relaciones, han compartido más tiempo con sus compañeros que con los parientes sanguíneos. En estos casos, la jubilación representa una alegría merecida, pero también la tristeza por el alejamiento.

Estos sentimientos contradictorios han aflorado hoy con motivo de la despedida ofrecida a una compañera que iniciaba su jubilación. Ella temía este momento tanto como lo ansiaba, en una especie de “papilla” emocional difícilmente controlable y sumamente contagiosa. Como a la inmensa mayoría que la ha precedido en el trance, al final se alegrará de ser dueña de su tiempo, de sus actividades y de sus rutinas, volcándose en las nuevas oportunidades que le brindará la existencia. Y aunque sienta, en ocasiones, la nostalgia de los viejos tiempos, siempre podrá recordar los afectos con los que la arroparon unos compañeros que no dudaron en considerarse sus amigos. Porque, a la postre, la mejor jubilación es la que llega colmada de amistad, algo de salud y con ese vértigo frente a las expectativas que nos depara el destino.

Por eso estoy convencido de que este blog seguirá contando con las fotografías con las que Loli Martín, de manera generosa, ilustraba algunas de sus entradas, como la que acompaña a este texto. Porque ella jamás se jubilará de sus aficiones. ¡Suerte compañera!

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