jueves, 23 de enero de 2014

Una ducha de demagogia

Resulta que gastar más de once litros de agua en ducharse es despilfarrar tan básico elemento. Es verdad que el agua es muy necesaria y escasa, por lo que haríamos bien en consumirla racionalmente, pero usarla demagógicamente para justificar una importante subida de su tarifa me parece infantil, por no tildar la postura del alcalde de Málaga, el  popular Francisco de la Torre, de ofensiva. Porque ofende innecesariamente a los malagueños al amenazar con demostrar mediante notario, para argumentar un encarecimiento en la factura del agua, que él sería capaz de enjabonarse y enjuagarse con sólo esos pocos litros de agua en la ducha, razón científicamente “indiscutible” para modificar unos precios y hacer pagar más a los que “derrochan”, según semejante criterio. Como si el doméstico fuera el consumo más importante que se hace del agua de entre todos sus usos. Silencia el alcalde dónde se pierde y cómo se gasta agua en cantidades realmente desbordantes.

De cada 100 litros de agua embalsada, el 75 por ciento se utiliza en regadíos para la actividad agrícola, un 15 por ciento se destina a la industria y el 10 por ciento restante es lo que consume el ciudadano en su casa. Sin embargo, es a este último a quien amenazan –y ofenden- los políticos cada vez que les da por recaudar ingresos con la manida excusa de establecer tarifas más equitativas en algo esencial: tener agua en el grifo. Ofende conscientemente el alcalde porque, además, el agua que suministra la empresa municipal de abastecimiento de Málaga (Emasa) la financia el propio ciudadano por partida doble: a través de sus impuestos y mediante el precio final que satisface con la factura mensual que le gira el Ayuntamiento. Pero, sobretodo, ofende porque intenta engañar al consumidor doméstico cuando lo acusa de un despilfarro del que es ajeno, por mucho que tarde en ducharse el acongojado usuario en su cuarto de baño. Y ofende, finalmente, porque miente Francisco de la Torre al querer demostrar que sólo necesita 11 litros para ducharse, cuando según un informe sobre el consumo de agua en los hogares españoles, realizado por la firma Hansgrove, se estima que se necesitan entre 50 y 80 litros de agua para una ducha de 5 ó 10 minutos de duración. Hubiera resultado patético ver al alcalde de Málaga materializar su reto y presenciar cómo se asea con sólo esos 11 litros de agua, no por la imagen ridícula que exhibiría, sino por la mentira que un notario certificaría ante los malagueños.

Afortunadamente, no disfrutaremos de esa oportunidad porque Francisco de la Torre se ha apresurado a admitir que sólo recurría a una broma para concienciar a los ciudadanos sobre la necesidad de ahorrar agua y justificar, de paso, la política de precios que su Ayuntamiento desea aplicar. Pero lo que él llama “broma” se denomina, en realidad, demagogia, el recurso más fácil y extendido entre nuestros políticos cuando carecen de argumentos rigurosos y demostrables a la hora de tomar cualquier medida que, a la postre, perjudica a la ciudadanía. Y al carecer de razones, acuden al subterfugio de una justificación que pretende ser conmiserativa, ecológica o emocional, pero siempre falsa y engañosa, como esos 11 litros de los que presume el  alcalde de Málaga o el “vivir por encima de nuestras posibilidades” que arguye Rajoy para hacernos pagar el rescate de los bancos.

Llenar las piscinas, lavar los coches en las estaciones de lavado, regar por inundación los cultivos, transformar en regadío lo que era de secano, mojar con agua los vasos antes de tirar una cerveza, regar campos de fútbol, plazas, jardines y parques urbanos, los spa de los hoteles, los campos de golf, las pérdidas de la red de abastecimiento, los pozos ilegales, etc., nada de ello es lo que provoca el “despilfarro” de agua, sino el simple ciudadano cuando se baña y tira de la cisterna. Tal acusación es pura demagogia, barata y burda, señor Alcalde, pero sobre todo es patética cuando recurre a la amenaza ante notario para luego desdecirse. Si no fuera una tomadura de pelo y una afrenta a la inteligencia de las personas, nos partiríamos de risa con la ocurrencia.

Hubiera sido más eficaz y fácil decir la verdad: decir que la recaudación municipal se ha hundido y que es necesario mantener los ingresos para garantizar la prestación de servicios. Sólo así se podría discutir una propuesta de tasas que haga pagar más a quien más tiene, no sólo al que más agua gasta, no vaya a ser que castiguemos a las familias para proteger el consumo en las residencias y negocios de los acomodados. Y que tenga en cuenta la utilización del agua, en su totalidad, para evitar que quienes representan el 10 por ciento del consumo asuman unas penalizaciones que corresponden a otros sectores.

En política siempre es preferible la sensatez y la honestidad que hacer el ridículo, si lo que se desea de verdad es el bien general. La demagogia es para los que buscan mantenerse en el machito a costa de lo que sea, señor Alcalde. Y usted ha evidenciado lo que prefiere.

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