domingo, 31 de marzo de 2013

Más allá de las supersticiones y la política


No sólo de supersticiones y política vive el hombre, sino también de otras materias que conforman una realidad, a lo mejor menos atractiva para el interés mediático, pero igual o más enriquecedora que la que da contenido a la actualidad. Aunque es difícil sustraerse de su aplastante protagonismo monotemático, durante esta semana también acontecieron otras actividades y asuntos que nada tienen que ver con los rituales religiosos o las constantes noticias sobre corrupción política. Hay vida en esos asuntos inexistentes para la agenda de actualidad.

Y el más dramático de todos ellos es el del paro, del que, aparte de la vergonzante disparidad en las predicciones, en función del órgano que las efectúe -Banco de España, Eurostart o Gobierno-, ninguno mide en realidad la magnitud de un sufrimiento que es consecuencia de esa dictadura económica que impone unas reglas que ningún gobierno puede alterar o discutir. El 25, 26 ó 27 por ciento son frías contabilidades que vienen calculadas por organismos supranacionales que exigen el estricto cumplimiento de sus dictados y obligan a eliminar derechos y prestaciones públicas, a rebajar salarios, a “adelgazar” administraciones públicas, a despedir trabajadores en todos los sectores -salvo el militar y el religioso- y a transferir riqueza desde la fuerza del Trabajo a la del Capital, único criterio que hoy dota de sentido de la Sociedad. Pero disfrutábamos de una semana “especial”, en la que hasta el Gobierno se halla de vacaciones, por lo que este tema no tenía cabida entre los asuntos de la cotidianeidad.

Otro aspecto que refleja nuestro “buen hacer” y que se ha diluido entre lo importante de la semana ha sido la defensa corporativista que el director de la Guardia Civil ha hecho de los agentes que arrollaron con su patrullera, en un “ejercicio de heroicidad”, a una patera con 25 inmigrantes a bordo, el pasado diciembre en aguas de Lanzarote, provocando la muerte de seis personas. Si no fuera porque un video del Sistema Integral de Vigilancia Exterior (SIVE) recogió cómo la lancha pasó literalmente por encima de la patera a toda velocidad, nadie pondría en duda las palabras del director general de la Guardia Civil acerca de “la labor abnegada” que este Cuerpo “realiza todos los días con la sociedad española”. Una labor en la que también se cometen errores y accidentes, los cuales no deberían eximir de responsabilidad a los que los cometen ni deberían encontrar el amparo protector de la superioridad, sea uniformada o civil.

Noticias muy marginales nos informan, además, que las comunidades de Extremadura y Andalucía coinciden en la exigencia al Gobierno de que no reduzca las subvenciones a las energías limpias del país, una tecnología de la que España es puntera a nivel mundial. Para el presidente del Consejo de Promoción Exterior de la CEOE, José Luis González Valvé, “somos una de las potencias mundiales con los molinos, pero también somos una sorpresa en tecnologías como la termosolar, que es de última generación”. Sin embargo, la caída de la demanda eléctrica y la crisis económica ha obligado a “recortar” también en este sector, poniendo en peligro la viabilidad de unas inversiones millonarias que no sólo son respetuosas con el medio ambiente, sino que además ofrecen una proyección internacional de la que carece el resto de la industria nacional. Parece que preferimos, otra vez, perder el tren de la modernización y la vanguardia industrial en España, por culpa de una visión cortoplacista.

Otro hecho desapercibido, y eso que aún tiene detractores, fue que la Ley antitabaco consigue reducir el número de muertos entre los “fumadores pasivos”, aquellos que no fuman pero estaban condenados a inhalar el humo contaminado de bares y oficinas. Hasta un 13 por ciento se ha reducido el número de fallecidos por tabaquismo pasivo en nuestro país, según la Sociedad Española de Epidemiología, entidad que considera todavía muy relevante la carga de mortalidad atribuida al tabaquismo pasivo. Son 159 personas no fumadoras que han conseguido sobrevivir gracias a la prohibición de fumar en espacios públicos y lugares de trabajo. Pueden parecer pocas, pero convierten a España en el país que mayor reducción de fumadores pasivos ha registrado en la Unión Europea en los últimos tres años. Todavía hay quien no sabe ponderar lo agradable que es entrar en un bar que huela sólo a café, no a humo de tabaco.

Estos días de asueto y mal tiempo (es un decir), en los que la prensa no brindaba ningún aliciente, se prestan a la lectura sosegada, como el interesantísimo ensayo de Lluís Bassets, “El último que apague la luz”, sobre la extinción del periodismo impreso, un cambio que es protagonizado por los propios lectores y los ciudadanos, quienes determinarán el salto a una nueva era. Otro libro, “El futuro de la socialdemocracia”, de Antonio Papell, aborda la crisis económica como colapso del modelo neoliberal, y la consiguiente necesidad de mantener Estados que sean promotores y prestatarios de los grandes servicios públicos y reguladores de las actividades y mercados que proporcionan bienestar colectivo. En la mesilla aguardan “¿Una gran ilusión?”, la reflexión lúcida de Tony Judt sobre Europa, en la que duda de la viabilidad de un proyecto que genera constantes inquietudes, como la realidad se encarga en demostrar cada día. Y ese estudio para estos tiempos de crisis, “Invitación a la utopía”, de Juan José Tamayo, que nos propone cultivarla para ir más allá de los límites de lo posible, a través de un recorrido por los hitos más sobresalientes de la historia de la utopía, desde la antigüedad griega hasta las utopías revolucionarias de la Modernidad, en la búsqueda de ese “otro mundo posible”, donde confluyan la emancipación humana y la liberación de los pueblos. Toda una utopía.

Como se ve, más allá de las supersticiones y la política, existen otros asuntos que despiertan más interés que los que protagonizaron la actualidad durante esta semana de contradicciones, tan tópica y típica. Y, por supuesto, también hubo mucho hueco para la familia, merecedora de todo el tiempo posible.
 

miércoles, 27 de marzo de 2013

La `violencia´del escrache

En plena semana de contradicciones, los que niegan la dación en pago acusan a los desahuciados de ejercer violencia extrema por manifestarse frente al domicilio de los defensores de los bancos. Los tachan de radicales por señalar públicamente la insensibilidad de unos políticos ante el drama -ese sí que es radical- de quienes son expulsados de sus casas después de ser expulsados del trabajo y de la estabilidad social. El voto negativo de los diputados conservadores a permitir la transacción entre deudores de préstamos hipotecarios y bancos, solicitada a través de una Iniciativa Legislativa Popular, por la que el bien embargado permitiría cancelar una deuda hipotecaria, posibilitando el uso de la vivienda gracias a un alquiler social, es lo que desencadena la campaña del escrache por parte de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Esa actitud negativa a paralizar los desahucios la consideran los manifestantes como una postura mucho más radical e inmoral que la pacífica exteriorización pública de la impotencia de los que se ven abandonados en medio de la calle.

Esa acusación de “violencia radical” no es equiparable, ni mucho menos, a la que el Partido Popular ejerce con su descomunal capacidad disuasoria, a través de amenazas mediáticas y denuncias judiciales, contra los castigados con ensañamiento por unas políticas (económicas, laborales, sociales) que empujan hacia el paro, la pobreza, la marginación y la pérdida de viviendas a miles de personas en nuestro país. No es equiparable la acción de protesta de los desahuciados frente a las medidas con las que el Gobierno hace recaer los mayores sacrificios de la crisis precisamente entre las víctimas más vulnerables o a las capas más desfavorecidas de la población, mientras brinda toda clase de ayudas y protecciones a los privilegiados del Sistema y a los bancos y la fuerza del Capital.

Resulta un sarcasmo, cuando no un insulto, que los que votan reformas laborales que contemplan un despido prácticamente gratis para la empresa, que legislan reducciones en las prestaciones por desempleo, que recortan salarios y condiciones laborales, que eliminan subvenciones en las ayudas a la dependencia, que privatizan hospitales y niegan la atención sanitaria a los inmigrantes, que endurecen y encarecen el acceso a una pensión digna, que castigan a los funcionarios y empleados públicos, que limitan las becas, que instalan el copago en las recetas farmaceúticas y el repago en determinados servicios y prestaciones hospitalarias, que niegan el derecho al aborto, que desconfían y constriñen la educación pública, que acorralan en el ostracismo a la investigación, la cultura y la ciencia, y que no están dispuestos a defender a los engañados por el fraude de las preferentes ni a las víctimas por cláusulas abusivas en las hipotecas, consideradas ilegales por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, es un sarcasmo, digo, que quienes se sienten acosados por simples manifestaciones reivindicativas de justicia, apoyo y solidaridad no asuman las consecuencias del descontento social que generan sus iniciativas políticas.

Para estas presuntas `victimas´ del escrache, la democracia es una vía de dirección única que sólo ellos pueden recorrer con plena libertad, incluso para acusar a los manifestantes, desde la tribuna institucional de la Delegación del Gobierno, de filoterroristas cuyas prácticas asimilan a la kale borroka, sin concebir que el pueblo tiene derecho al disenso, al reproche y a la expresión de repudio del yugo que lo asfixia, lo empobrece y pretende callarlo mediante intimidación.

Si un pobre infeliz desalojado de su vivienda por un sistema que lo orilla en la exclusión social no puede siquiera señalar a los responsables de su situación y a los que se empeñan en mantenerla sin corregir sus desmanes, sin que se sienta vilipendiado y amenazado por toda la maquinaria de quien ejerce el Poder, es que en realidad no está amparado por un Estado democrático, social y de derecho, aunque formalmente así se defina. Será Estado, pero escasamente democrático, nulo en lo social y pobre en derecho, como le apetecería a los bárcenas que parasitan la política sin que reciban acusaciones de ninguna violencia.

lunes, 25 de marzo de 2013

Dueño de sus penas


Se preocupaba por los demás antes que por él mismo, por eso no le gustaba que su familia se molestara tanto en visitarle e intentara acompañarlo durante su estancia en el hospital. Incluso cuando estuvo recién operado, atado a un suero e inmovilizado en la cama, sufría en las noches de insomnio al descubrir a su mujer dormitando en un sillón, con la cabeza recostada sobre un lado de la mesa y escasamente arropada con una sábana. No creía necesarios tales sacrificios ni para atenderlo, puesto que el personal sanitario brindaba los cuidados pertinentes, ni por un afecto que de ninguna manera había que demostrar en esas circunstancias. Le dolía que sus seres queridos se vieran obligados a pasar ese mal rato en la habitación de un hospital cuando él postergaba las muestras de cariño para el día en que pudieran celebrarlo en casa o en la calle. Que sólo él estuviera fastidiado, sufriendo las limitaciones de una hospitalización, era suficiente para circunscribir las molestias en quien las padece. Sin embargo, nadie comprendía su disgusto cuando algún familiar o amigo asomaba el rostro por la puerta ni su complacencia de sentirse sólo en aquella habitación aséptica e impersonal. No pudo morir en soledad y a su sepelio asistieron todos los que no renunciaron a su compañía y bondad, muy a su pesar.

domingo, 24 de marzo de 2013

Semana de contradicciones

Comienza la semana más contradictoria del año, en la que las calles se ven ocupadas con la exhibición impúdica de un sentimiento que pertenece a la esfera privada de las creencias personales, pero que hace oídos sordos a la proclamación constitucional de la aconfesionalidad del Estado, lo que debería incluir esos espacios públicos para el tránsito de vehículos y viandantes. Centenares de procesiones, organizadas por hermandades religiosas católicas, invaden el centro de las ciudades para que sus fieles hagan demostración de una fe que les lleva a soportar, bajo las trabajaderas, los pesos excesivos de unos tronos sobre la nuca de los costaleros, a mostrar el sacrificio de cargar cruces de madera (una, dos, tres y hasta cuatro: como si, cuanto mayor peso, más fe acreditaran) a la espalda de penitentes durante el recorrido o, simplemente, a permanecer durante horas en fila india, encapuchados con o sin capirote, descalzos o en sandalias, y portando una enorme vela cirial como exigen los cánones procesionales, normalmente transmitidos por tradición familiar o hábito social, y todo ello a la vista de un público que asiste, entre sobrecogido y divertido, a tamaña demostración exhibicionista.

Se trata de una semana contradictoria y un tanto sacrílega, a tenor de sus propios preceptos, por cuanto desfilan imágenes de una religión que expresamente prohíbe el culto a las imágenes, a pesar de que atiborran los templos y lugares donde sacerdotes y ministros religiosos administran los ritos y reúnen a los feligreses. Y, aún cuando cumplan la función de dar nombre a un lugar, una escena, unas fechas o determinadas figuras bajo cuya advocación se consagran y veneran, estas imágenes despiertan entre los fieles el sentimiento blasfemo de adorar unas u otras en función de expresiones politeístas y simpatías heréticas. De esta manera, se genera incluso animadversión entre seguidores de una u otra hermandad en muchas localidades españolas, cual rivalidades entre hinchadas deportivas, que ninguna autoridad eclesiástica ha podido evitar al propiciar, en última instancia, ese culto a las imágenes bajo el subterfugio de la advocación religiosa. Y esta semana, precisamente, con tantos cristos y tantas vírgenes en las calles, es la prueba palmaria de la contradicción esencial que encierra el culto católico a las imágenes, pretendiendo ser, al mismo tiempo, una religión monoteísta. En este sentido, el protestantismo es más consecuente con el mensaje religioso que imparte, al mantener desnudas sus iglesias de representaciones icónicas y centrar el culto únicamente en Dios, sin extenderlo ni la Virgen ni a los santos.

Pero es que, además, la Semana Santa, en puridad, persigue antes la oportunidad mercantil que la expresión de una espiritualidad sincera, objetivo material que se exterioriza cuando las condiciones meteorológicas impiden la celebración de un espectáculo callejero que llena hoteles, bares y tiendas que buscan lucrarse con esta festividad primaveral. Es más, el hecho mismo de procesionar representa para una hermandad la fuente de ingresos (papeletas de sitio, limosnas, donaciones, etc.) de que se vale para financiar sus actividades de culto y caridad el resto del año. Todo ello convierte a la Semana Santa en un fenómeno que posiblemente revista auténtica espiritualidad en algunos devotos, pero que la mayoría de la gente disfruta como un acto social que dispensa la oportunidad de negocio. Es así como muchas costumbres mercantiles giran en torno a este multitudinario acontecimiento contradictoriamente espiritual, en el que se concentra una de las fechas más rentables del año para la venta de ropa, ajuar religioso, paquetes de viajes, turismo, restauración y toda una amplia panoplia de consumo masivo y lucrativo.

A los improbables ojos no contaminados de quien haya podido escapar del adoctrinamiento religioso, esta semana ejemplifica la suprema contradicción de una creencia que prefiere representar con morbosa intensidad los momentos de pasión y muerte de su figura central, Jesucristo, que el mensaje trascendental de resurrección que promete a sus creyentes. Una semana, en fin, donde el Domingo de Resurrección no constituye la veneración crucial del misterio religioso, sino esa madrugada de pasión en que calles y plazas se llenan de Dolorosas y Cautivos por toda la geografía española. Hasta la Fiesta Nacional enlaza, al menos en la emblemática plaza de la Muy Mariana ciudad de Sevilla, el inicio de temporada justo el mismo Domingo de Resurrección, ya sin más interés que el de continuar una fiesta que se basa en la muerte, ahora del toro.

Y para rematar la semana de contradicciones, en esta ocasión el pregón de los toros correrá a cargo de un filósofo -encima muy leído por mi- que intentará relacionar la tortura y muerte de un animal, por pura diversión no por necesidad, con la actitud de los ecologistas, blandiendo premisas que a buen seguro demostrarán que la muerte es vida para el toro bravo, el toreo es arte y la fiesta taurina, una expresión de la superioridad racional del hombre.

¡Vaya semanita que me espera!

viernes, 22 de marzo de 2013

¡Maldita primavera!

Al contrario que la mayoría de las personas de mi entorno, a mi la primavera no me gusta. No es que prefiera el frío del invierno, sino que no aguanto el calor del verano. Y la primavera es la antesala de esa estación tórrida, el anuncio del calor próximo e insoportable que no deja ni respirar.

La gente se alegra de los días luminosos, llenos de Sol y progresivamente más largos y templados que conducen, a partir del 21 de junio, al puro infierno. No es nada halagüeño que te avisen con 92 días de antelación de un suplicio inevitable, de ese tormento veraniego que es capaz de achicharrarte la piel al mínimo descuido, aunque venga camuflado con el canto de los pájaros, el cielo azul, el cromatismo floral y el sarpullido de las alergias. En una palabra, la primavera me deprime.

Para colmo de malos augurios, este año además se esperan durante la primavera tres eclipses, dos de Luna y uno de Sol, según los astrónomos. Salvo curiosidad en los ignorantes, ya sabemos que no nos acarrearán ningún maleficio como antiguamente creíamos, aunque alguna interferencia provocarán en las mareas, las telecomunicaciones, los hábitos de apareamiento o el ánimo de los crédulos. No me extrañaría, en cualquier caso, que alguien busque refugio, puesto que si estuvimos aguardando el final del mundo previsto en el Calendario Maya, una primavera con tres eclipses debe ser algo así como el redoble de tambores ante un cataclismo cósmicos de magnitudes insospechadas.

Pero es que, encima, nos cambian la hora. No sólo la longitud de los días se alarga más rápidamente en esta época, con tres minutos más de Sol cada día, sino que nos obligan a adelantar la hora para exponernos a padecer una insolación hasta cerca de las diez de la noche. Días interminables y noches breves. De esta manera, también las noches serán bochornosas y el sueño una quimera para el que no disponga de aire acondicionado. Las viviendas se convertirán en hornos que no disiparán su temperatura hasta que las imperceptibles brisas de la madrugada, incapaces de mover una hoja, ventilen una atmósfera de insomnio.

Reconozco que los jóvenes perciben la primavera como el preludio de un nuevo renacer y una oportunidad a la libertad, por lo que celebran su llegada y hasta organizan fiestas en su honor. Pero cuando uno ya no busca exhibir una anatomía en declive y ni las vacaciones representan un período de descanso y paz, sino todo lo contrario, la primavera se convierte en una estación de tránsito hacia... la decadencia física y la agresión de un ambiente cada vez más infernal. Se trata de un cambio que vivo con temor y angustia, todo lo contrario al otoño. Los males del verano desaparecen cuando el otoño tiñe de ocre los campos y despuntan los brotes de una vida nueva en las yemas de los árboles. Mientras la primavera es una estación maldita para mis bioritmos vitales, el otoño representa la época del año más gratificante para mi despertar orgánico y psíquico. Por eso deploro la primavera. No me sienta bien y me dispone a sentirme peor. ¡Maldita primavera!

miércoles, 20 de marzo de 2013

Chipre: inimaginable capitalismo

El adjetivo “inimaginable” ya no guarda el significado sorpresivo e insospechado -no imaginado- con el que califica al sustantivo, de lo que se habla, puesto que todo lo inimaginable ha sido posible a la hora de adoptar medidas para combatir la crisis económica que sacude a Europa. Era inimaginable la misma crisis como era inimaginable la sumisión de la democracia a los dictados de la economía. También eran inimaginables el colapso financiero y las recesiones sucesivas, muchas de ellas a causa de esas medidas anticrisis, como inimaginables eran los recortes que derriban el Estado del Bienestar, las bajadas de salarios y el empobrecimiento que condena a la mayor parte de la población. Nunca antes había sido tan evidente la dependencia de la superestructura social a la estructura económica, como preconizaba el materialismo histórico.

Pero, si nos faltaba algo por imaginar, asistimos con sorpresa a la reproducción de aquellas “recetas” que el Fondo Monetario Internacional -celoso guardián del capitalismo- había prescrito en otras latitudes y que habían sido denostadas en las democracias avanzadas del Viejo Continente. Era inimaginable que aquí también se perpetrara tal castigo. Y, sin embargo, ha sucedido, aunque de forma más ejemplarizante que necesaria (avisos de Alemania a los periféricos). A Chipre lo han “encerrado” en un corralito económico, como hicieron con Argentina en 2001.

Ahora resulta que un pequeño Estado de la Unión Europea, cuya moneda es la misma que manejamos todos -el euro- y está emitida por el Banco Central Europeo (BCE), se muestra incapaz de evitar la fuga de capitales a causa de su enorme deuda externa, a pesar de ser receptor de ingentes cantidades de dinero negro que buscaba refugio en su ventajoso sistema fiscal. Un paraíso fiscal que atraía el lavado de dinero de la mafia rusa, principalmente, ya que la función de estos paraísos es precisamente la de acoger los dineros que se evaden de otros lugares donde deberían pagar impuestos. ¿Por qué Europa no controla su sistema financiero y fiscal como pretende hacer ahora con la deuda de sus Estados miembros?

En cualquier caso, Chipre no es una sorpresa ni una excepción. En la zona euro existen otros paraísos fiscales dedicados a captar ese dinero que se oculta al fisco mediante maletas que cruzan disimuladamente unas fronteras que son impermeables a las personas. Suiza, Luxemburgo, las Islas de Jersey y de Man, Mónaco y Gibraltar (colonia con más empresas que habitantes) son también conocidos paraísos fiscales que, como Chipre, pueden sufrir la espantada de capitales y el colapso de su sistema bancario.

A pesar de que los ciudadanos de esos países puedan disfrutar las ventajas de unas cargas tributarias irracionalmente bajas, no son culpables de esa fiscalidad ni de la situación crítica a la que se ven sometidos. El ahorro obtenido por su trabajo honesto no debe soportar las condiciones de un “rescate” que grava con un porcentaje, aún en negociación, los depósitos confiados a los bancos. Ni evaden capitales, ni eluden impuestos ni viven por encima de sus posibilidades. Imponer un “corralito” que impide, de entrada, la retirada de dinero y que grava, además, con un impuesto los ahorros, es una medida no sólo tremendamente injusta, sino inimaginable en la Europa de los derechos, las normas y la democracia, en tanto en cuanto el “corralito” no se extiende a todos los activos financieros, como los bonos bancarios y la deuda pública.

La Comisión Europea, el BCE y el FMI retornan, así, a las denostadas recetas capitalistas de atajar los déficits mediante severas restricciones del gasto (incluida la inversión social) y el control riguroso de capitales (privados y públicos) para hacer frente a los acreedores, que son los que imponen las condiciones. Afortunadamente, lo que era una “vuelta de tuerca” más, inimaginable hasta ayer, entre las duras medidas con las que el Capital somete a Gobiernos y países, se convierte gracias a los chipriotas en la “línea roja” que no están dispuestos a traspasar. El mismo pueblo que hacía pocas semanas lo había elegido, ha rechazado contundentemente en el Parlamento las condiciones del “rescate” que imponía el “corralito”, aunque ello ponga a la isla de Chipre a punto de provocar la primera quiebra del euro en Europa. Así no se administra una moneda ni se consigue la estabilidad financiera en la zona euro. No a costa de los ciudadanos. Chipre está advirtiendo de la conducta inimaginable e inadmisible del capitalismo. Habrá que tomar nota.

lunes, 18 de marzo de 2013

10 años de un error y una mentira

El 20 de marzo se cumple el décimo aniversario de la guerra de Irak, el conflicto bélico más repudiado de la actualidad y la mentira más descarada jamás esgrimida para invadir un país. Millones de ciudadanos de innumerables países, desde el propio Estados Unidos hasta España, se manifestaron contrarios a que George W. Bush atacara Irak bajo la excusa de que Sadam Husein poseía “armas de destrucción masiva” que ponían en peligro la paz mundial. Una mayoría de la población se oponía a la guerra de forma “masiva y sin precedentes”, a juicio de Noam Chomsky (“Verdades y mitos acerca de la invasión de Irak”).

Con la excepción de sus promotores, nadie creía en los “hechos” que se expusieron ante el Consejo de Seguridad de la ONU por parte del Secretario de Estado estadounidense, Collin Powell, sobre la existencia de “plataformas” útiles presuntamente para transportar misiles y armas nucleares. Ni el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ni las demás naciones avalaron con su apoyo la declaración de guerra. Un representante de la “vieja” Europa, denostada por no hacer seguidismo de EE.UU, Dominique de Villepin -ministro entonces de Relaciones Exteriores de Francia-, se opuso con lucidez a la invasión “en nombre de un viejo país y un viejo continente que saben muy bien lo que es la guerra, la ocupación y la barbarie”.Sólo España e Inglaterra acompañaron a Estados Unidos en la “aventura” de desalojar por las bravas al dictador de Irak, dejando para la posteridad aquella fotografía de las Azores, en la que Tony Blair, José María Aznar y George W. Bush, junto a José Manuel Durao Barroso como anfitrión, dejan patente la imagen más deshonesta de la política al servicio del imperio.


Hoy, cuando se cumplen 10 años de la ignominia, los “hechos” siguen empeñados en demostrar lo que supuso un grave error para los intereses imperialistas de Estados Unidos, el despilfarro de billones de dólares para finalmente conseguir una derrota y el elevado precio en vidas humanas que los iraquíes pagaron por la “ayuda” yanqui. Así puede resumirse el estudio “Los costes de las guerras” elaborado por el Instituto de Estudios Internacional Watson, de la Universidad de Brown, publicado recientemente. Cerca de 6 billones de dólares (entre costes de la maquinaria bélica, pago a veteranos y gastos de reconstrucción), 134.000 civiles muertos, sin contar a los insurgentes, cooperantes, periodistas y demás víctimas que aún no dejan de producirse, y, volviendo al citado Villepin, “la destrucción de la imagen de EE.UU y de todo Occidente”.

Todo un alarde de poder para nada, puesto que Estados Unidos ha recogido sólo el descrédito en la región, ha radicalizado a los fanáticos islamistas de Oriente Próximo y ha dejado a Irak muy alejado de la democracia, la paz y la prosperidad que había prometido llevar con su intervención. Hasta el ciudadano iraquí que inició la demolición, a golpes de mazo, de la enorme estatua del dictador en la plaza del Paraíso se arrepiente de su hazaña, a pesar de ser una de las fotos más simbólicas de la caída de Sadam Husein. Para Kadom al Jabouri, “lo que vino después fue una decepción”.

Pero si económica y estratégicamente la guerra fue un error, la mentira de la que se valió aún sirve de excusa para justificar la actitud de los que la impulsaron desoyendo las recomendaciones de la ONU -nunca la autorizó-, los dictámenes del OIEA -no había pruebas de la fabricación de armas nucleares en Irak- y la oposición mayoritaria de la población de sus países. Salvo Blair, que tuvo un simulacro de juicio en el Parlamento británico donde afirmó su posición, ni Bush ni Aznar han rendido cuentas de lo que debiera avergonzarles como políticos: no ser honrados con su pueblo, al que involucran en guerras ilegales e innecesarias. Todos finalmente han sido expulsados de sus respectivos gobiernos, pero con la impunidad de unos actos que atentan gravemente contra la legalidad internacional.

Se cumplen, pues, diez años de mentiras y muertes, de propalar mentiras para causar la muerte de civiles inocentes y para destruir un país al que se deja sumido en la barbarie, hundido en “las matanzas, los robos y la violencia sectaria”, como denuncia Al Jabouri en su arrepentimiento. Y todavía algunos sacan pecho de todo aquello, negándose a aceptar las lecciones de un error y una mentira. Son reacios a enmendar sus decisiones aunque hayan causado un sufrimiento gratuito del que no se hacen responsables. Prefieren manosear la espléndida fotografía de su deshonor.

sábado, 16 de marzo de 2013

La senda del amanecer




 

Cada día amanece más temprano y el cielo se empeña en indicarme, con un reguero de motas blancas, el camino hacia un horizonte donde se pierde la vista y confluyen mis sueños. Por eso no puedo dejar de asomarme a la ventana para intentar escapar y poder alcanzarlo.






viernes, 15 de marzo de 2013

Los `macrófagos´reaccionarios

Otra vez los macrófagos que defienden con sus ataques al pensamiento reaccionario español, devorando cualquier amenaza, están activos y se disponen a darse un banquete. Estos elementos del “sistema inmunológico” conservador “fagocitan” cualquier intruso que ponga en riesgo su ideario de valores e intereses políticos, económicos y sociales. No importa la procedencia de lo que consideren una agresión, sino que actúan contra cualquier medida que pueda suponer un ataque a su integridad ideológica, ya sea un procedimiento legal, legítimo y democrático, como es la instrucción de un proceso judicial. No se andan con chiquitas.

Este sistema está constituido por células que reaccionan con suma virulencia desde centros como La Razón, El Mundo, ABC, La Gaceta, Intereconomonía, la emisora COPE de radio capillista y otros órganos bajo su control directo e indirecto. Desde ellos, unas “proteínas” significativas, identificadas como Federico Jimenez Losantos, César Vidal, Pío Moa, Hermann Tertsch, Alfonso Usía, Carlos Herrera, Antonio Burgos, Curri Valenzuela, Isabel San Sebastián y demás “cornetas del apocalipsis”, segregan una “histamina” imprescindible que estimula y potencia la acción defensiva del sistema hasta aniquilar, anular o minimizar los efectos de lo que consideran una “agresión”. Nunca dejan de vigilar y recorrer el organismo que protegen y constantemente están creando “anticuerpos” mediáticos con los que se enfrentan a sus objetivos. Sin embargo, como toda reacción alérgica es exagerada y, sin control, llega a ser destructiva.

Esta vez los macrófagos reaccionan contra otro magistrado de la Audiencia Nacional al que detectan como peligro por osar investigar la contabilidad oculta del Partido Popular a instancias de una querella presentada por Izquierda Unida. Por sorteo, esa denuncia pasó al Juzgado número 3, el de Javier Gómez Bermúdez, aquel juez que juzgó y desmontó la “teoría de la conspiración” que las células macrófagas habían segregado para impedir el conocimiento sobre la autoría de los atentados de Atocha. No es, por tanto, un juez del agrado de la derecha.

El fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce -nombrado por el Gobierno-, intentó maniobrar para que la querella fuese destinada al juzgado de Pablo Ruz, el juez interino que instruye el caso Bárcenas como pieza separada del caso Gürtel, y cuyo destino profesional depende de lo que decidan los miembros del Consejo General del Poder Judicial, donde los magistrados nombrados por el PP son mayoría. De esta manera, de tener bajo “control” la instrucción de la mayor trama de financiación ilegal del partido de Mariano Rajoy, se ha pasado al peligro que representa un juez “incontrolable” que empieza citando a declarar a todas las grandes empresas, como imputadas, para que expliquen si efectuaron los donativos que figuran en los papeles de Luis Bárcenas, exgerente y extesorero del Partido Popular.

No hay que menospreciar la capacidad de los macrófagos para contrarrestar cualquier amenaza. Ya pudieron eliminar al juez Baltasar Garzón, instructor del sumario del caso Gürtel (¡Qué casualidad!), única persona condenada, en relación al mismo, y apartada de la carrera judicial por prevaricación. Desde El Mundo, el periódico más obsesionado con la “teoría de la conspiración” y que pagó declaraciones de supuestos testigos, su director Pedro J. Ramírez tilda las actuaciones de Gómez Bermúdez de “al estilo de Garzón”. Y empieza el ataque. ¿Podrán expulsar también a este juez de la judicatura?

Se le teme por su independencia y por su voluntad férrea para esclarecer los casos que juzga. No se deja intimidar. Realiza su trabajo con celo y rigor. No sólo imputa a Luis Bárcenas, sino también a su antecesor en el PP, el histórico Álvaro Lapuerta. Y no sólo eso, sino que además describe al Partido Popular como presunto “beneficiario de las donaciones” y, por tanto, puede estar “afectado por la investigación”, lo cual significaría que, si el PP fuera acusado, no podría personarse como acusación popular, como hace en el caso Gürtel. Toda una declaración de intenciones sobre la línea de investigación que piensa desarrollar en la instrucción del caso. Y toda una formidable amenaza que la derecha pretende desmontar como lo sabe hacer: movilizando a sus macrófagos. Este episodio no ha hecho más que comenzar, por lo que tendremos ocasión de asistir a sus “síntomas” más reveladores. Al tanto.

martes, 12 de marzo de 2013

Aún no lo he encontrado

He dedicado toda la vida a saber qué quiero y no puedo dar una respuesta convincente, que me convenza sobre todo a mí. Cuando alcanzo una cima, distingo desde ella otra más alta y lejana que enseguida despierta el deseo por escalarla. Las satisfacciones que consigo están constituidas por pequeñas insatisfacciones que las vuelven incompletas, evitando que sean plenas y duraderas. Enseguida generan una frustración que nace en mí porque, en realidad, estoy insatisfecho conmigo mismo. Todavía no he encontrado lo que ando buscando. Ni tampoco sé lo que busco. Por eso me emociona esta canción. Ni que Bono me conociera…

lunes, 11 de marzo de 2013

11-M


Hoy es un día triste, de nefasto recuerdo por el atentado que segó la vida, tal día como hoy del año 2004, a decenas de personas en cuatro trenes del metro de Madrid, muertos inocentes a manos del fanatismo más rastrero, el que mata por una idea, por una creencia, por una intolerancia y por la cobardía y la debilidad de no poder mantener un criterio con el soporte de la razón, incapaz de convencer con argumentos e intentar imponerse sólo por la fuerza asesina, la barbarie y el terror. Los fanáticos, cegando decenas de almas, creyeron conseguir una victoria y alcanzaron la derrota más aplastante, la que niega toda justificación a los actos, la que invalida cualquier explicación de la locura, la que convierte en inútil una masacre dejándola plenamente sin sentido. Hoy es un día triste por la memoria de los atentados de Arocha, 191 víctimas de las bombas y de la sinrazón, de la bestialidad del hombre cuando se conduce como no lo hace un animal. Y cerca de dos mil heridos que aun sufren cada vez que se utiliza su dolor para cualquier cosa menos para condenar a los verdugos y negar la consideración y el respeto que se merecen las víctimas y sus familias, sin distinciones entre víctimas y víctimas: todos son muertos innecesarios e injustos. Casi una década y la tristeza sigue invadiendo una fecha que todavía duele a las personas honradas y humildes de este país, las que son sacrificadas a manos de fanatismos crueles y miserables que no dudan en asesinar. Hoy es un día triste en España por el recuerdo del atentado yihadista de Atocha.

viernes, 8 de marzo de 2013

Orfandad política y simulacro de democracia

La política española está actualmente huérfana de políticos de talla que entusiasmen con su liderazgo a los ciudadanos. Carece de personajes cuya visión de futuro despierte la adhesión de la gente y genere esa ilusión colectiva por participar en las transformaciones que moldean la convivencia en sociedad. Pocos son los que dudan de la necesidad de la política, pero son renuentes de los políticos. De alguna manera, la situación se asemeja al comportamiento de algunos visitantes de ciertas capitales emblemáticas que no soportan a sus habitantes: “¡Que bonita Sevilla sin los sevillanos!” suelen exclamar para exteriorizar ese sentimiento que repele el chauvinismo más ramplón.

Existen, empero, motivaciones que explican esa alergia a la política, aparte del rechazo que despiertan los que la ejercen sin altura de miras. Y es que la política ha descendido a niveles próximos al barrizal en que se dirime la lid partidista, más preocupada de sus miserias internas y la conservación de cuotas de poder que del interés general de los españoles. Ahí entroncan los escándalos que sacuden a la opinión pública sobre los innumerables casos de corrupción, corruptelas e irregulares de todo tipo que los partidos con oportunidad de gobierno, a cualquier escala de la Administración, no tardan en acumular. Los instrumentos de participación ciudadana acaban convirtiéndose en organizaciones que se afanan en perseguir el interés particular antes que el bienestar general y no dudan, si fuera necesario, en desacreditar las instituciones sobre las que se asienta la democracia con tal de afianzar posiciones de dominio e influencia sectaria. Se muestran imposibilitadas al menor sacrificio, aunque de ello dependiese el futuro de todos, si les resta poder, capacidad y fortaleza. Por esta razón es inconcebible en España una política que reconozca los méritos del adversario o que esté dispuesta con sinceridad al consenso y la colaboración leal. Hasta los asuntos más delicados y complejos, que deberían constituir cuestiones de Estado libres de la confrontación política -como el terrorismo, la defensa o las negociaciones con el exterior- son a menudo utilizados para debilitar al contrincante nacional y menoscabar su labor. No es extraño, por tanto, que como consecuencia de esta falta de apoyo se pierda peso en las instancias continentales o internacionales donde España debiera estar representada con mayor nivel y responsabilidad.

La polaridad en que se resume la política nacional deja patente esa pobreza de ideas y de canales para la expresión pública. Aún contando con la espontánea proliferación de movimientos sociales que desahogan el inconformismo, no existen instrumentos apropiados, sin rigideces orgánicas, que generen la confianza de los ciudadanos para el debate político.

De hecho, es triste comprobar que la derecha española está sobrada de soberbia y tics autoritarios, cuando no de herencias dictatoriales, pero le falta ser homologable a sus homónimas continentales y norteamericanas, mucho más transparentes y democráticas, en las que sería inconcebible fenómenos tan bochornosos y grotescos como el caciquismo adaptado a los nuevos tiempos (Baltar, Fabra y compañía), actitudes revanchistas en la gestión gubernamental (revisión de políticas educativas, sanitarias, sociales, etc.) y, por supuesto, la tolerancia en sus estructuras de verdaderos mafiosos que se lucran como sanguijuelas de la administración pública. 

Pero es que la izquierda adolece también de debilidades que la alejan de ser alternativa real de Gobierno, más por la esquizofrenia que refleja su comportamiento que por el supuesto extremismo de su programa. La socialdemocracia nunca ha dejado de actuar como una derecha moderada que prefiere abandonar sus políticas sociales a hacer peligrar la integridad del sistema capitalista del que no reniega. Y la proveniente del comunismo se fracciona en dogmatismos irredentos que sólo son abrazados por minorías enfrentadas, incluida la ahora en alza Izquierda Unida, un subsistema en sí mismo capaz de formar coalición o sostener ejecutivos conservadores (Extremadura) o progresistas (Andalucía) en función del territorio y el interés partidista de acariciar poder.

Y si así es la política a grandes rasgos, peor es la imagen de sus representantes. El convencimiento de que, en el interior de esas formaciones, la política española está trufada de políticos mediocres que han accedido a ella no por convicciones ideológicas sino por mejora de empleo, es algo extendido en los comentarios de barra de cualquier bar. Y que esas personalidades de poco brillo han contagiado a sus formaciones de la estrechez de sus planteamientos y su limitada capacidad para señalar horizontes infinitos en los que refulja la ilusión, también es un lamento compartido. No es que el carisma sea premisa para el liderazgo y la buena gobernanza, pero sin rostros que transmitan proyectos y promesas y conduzcan a los convencidos e interesados, poca utilidad adquieren unas estructuras caducas que se visualizan como cuevas opacas para el trapicheo antes que foros de participación y discusión política.

En estos tiempos tan “livianos” ya no existen degaulles ni kennedys, pero sus estaturas se agigantan frente a los aznar y zapateros que afortunadamente no han tenido que enfrentarse a los gravísimos problemas que resolvieron aquellos: hubieran sido barridos por las circunstancias y ninguneados por los auténticos actores de la realidad, como de hecho experimentaron estos últimos frente a Bush y Merkel, respectivamente, mandatarios carentes de ningún rasgo sobresaliente pero con un enorme poder, y sin guerras mundiales ni pánicos atómicos de por medio. Hoy proliferan grises funcionarios que administran entidades sufragadas con dinero público, que cooptan a sus dirigentes en función de afinidades y fidelidades personales, lo que les posibilita una permanencia “profesional” en lo que debería ser una dedicación vocacional y puntual en la política. Así es cómo los rostros de Rajoy y Rubalcaba aparecen en todas las fotografías que ilustran el periodo democrático de España, sin que puedan aportar ninguna novedad a una juventud a la que aburren y espantan. Y si, por causas desconocidas, una voz nueva se deja oír, como la de Cantó, lo que expresa es una ignorancia que ofende y humilla a quien la escucha, sobre todo a las mujeres que sufren maltrato y pagan con su vida una violencia machista asesina.

Es posible que los ciudadanos estemos incapacitados para entusiasmarnos con utopías a estas alturas de la postmodernidad, y los grandes problemas nos resulten extraños e incomprensibles. Acostumbrados a las comodidades, sólo nos atraen las últimas novedades tecnológicas de la industria del entretenimiento que apenas satisfacen necesidad básica alguna, pero garantizan nuestra pertenencia al mundo actual, tan sofisticado. Pero si nadie nos abre los ojos ni despierta nuestra conciencia, difícilmente podremos sentir interés por una política que está en manos de dinosaurios prehistóricos que se afanan en satisfacer sus propios intereses. Nuestra indolencia es cómplice de la mendacidad que caracteriza el ejercicio de la política y a unos políticos que ya no representan a los ciudadanos, sino a sí mismos y al tejemaneje que gestionan en su provecho. Pretenden hurtarnos el control de la res pública para manipularla a su antojo. Y lo están consiguiendo, provocando esa desafección de la política que registran los sondeos sociológicos. Nos instalan en un simulacro de democracia en el que votamos cada cuatro años sin ninguna convicción de cambiar nada. Sin embargo, en nuestras manos está construir el futuro. ¿Nos daremos cuenta alguna vez? 

jueves, 7 de marzo de 2013

Lágrimas sobre Sevilla


Lleva una semana lloviendo sin descanso sobre Sevilla, como si el cielo estuviera llorando desconsoladamente alguna pena inmensa que no se calma ni con la belleza de la ciudad. Devota de la Virgen bajo todas las advocaciones, alguien pudiera colegir que Sevilla sirve de paño de lágrimas a una Señora dolida por la renuncia del representante de su Hijo en la Tierra, puesto que la maldad del hombre jamás había provocado semejante tristeza. Habituados a interminables días de celeste luminosidad cegadora, el agua deprime y cansa a los sevillanos, que ni con plegarias ni procesiones son capaces de expiar el castigo líquido que se derrama sobre ellos sin piedad. Hasta los pantanos se ven desbordados de un agua que deben dejar escapar hasta el mar sin que el Ayuntamiento pueda facturarla a unos consumidores que aún abonan un canon por sequía. Bendito lugar en el que confluye lo natural y sobrenatural, y donde la gente sublima con estoicismo los empellones de ambas amenazas. Amén.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Una reforma letal

La fuerza del Trabajo (la que forman los asalariados) soporta la mayor parte del peso de las medidas implementadas para combatir la crisis económica en España y otros países periféricos de Europa. No sólo ha sido forzada a asumir los mayores sacrificios, sino que además está siendo injustamente tratada por el Gobierno como si fuera la causante de los problemas  (entre ellos, la crisis) que aquejan a la economía española. Una situación aún más hiriente si se compara con los “esfuerzos” que presuntamente ha compartido con la fuerza del Capital (compuesta por empresarios y sector financiero), la cual sale incomparablemente más beneficiada, aun siendo la banca parte activa entre los verdaderos culpables de una crisis que, a la postre, golpea a todos, aunque no por igual.

La ineficaz Reforma Laboral impuesta por el Ejecutivo de Mariano Rajoy ha supuesto que los salarios reciban la mayoría de los “ajustes” acometidos en el mercado laboral. Y lo que parecía una posibilidad remota e impensable -cual es la reducción de salarios-, ahora es la norma a la que se acogen las empresas para reducir costes laborales. De esta manera, los empresarios tienen a su disposición formidables fórmulas legales, auspiciadas por el Gobierno, para obligar a trabajar más horas y cobrar lo mismo (en el mejor de los casos), lo que se traduce, en la práctica, en un recorte de las retribuciones salariales y un empobrecimiento de las rentas familiares. No siendo obligatorio el ámbito de negociación del convenio colectivo, los trabajadores se ven sometidos a una presión patronal que tiene por objetivo declarado el “ajuste” (incremento) de la competitividad, basado exclusivamente en el abaratamiento de los costes laborales. Ello da lugar a claros abusos por parte de la empresa, ya que no todas sufren las consecuencias de la crisis económica sino simples descensos en los márgenes de beneficio (que no pérdidas), ni los trabajadores representan la causa de sus problemas estructurales o de mala gestión que puedan impedir la actividad.

Ejemplo de lo que decimos es el acuerdo alcanzado por las grandes superficies de distribución, como El Corte Inglés, Carrefour, Ikea, Cortefiel, C&A, Alcampo, Leroy Merlyn y Eroski, quienes han doblegado a sus plantillas para que acepten no sólo la congelación salarial hasta 2016, sino además el aumento del horario laboral en 26 horas adicionales al año, lo que en realidad supone una bajada de sueldo del 1,4 por ciento. Evidentemente, tal pacto sólo es posible mediante el chantaje, al que sin escrúpulos recurre la empresa durante la fase de negociación cuando advierte de que, en caso de no conseguir sus propósitos, trasladaría su producción a otros países. La empresa automovilística Nissan utilizó la misma estrategia en el reciente acuerdo “pactado” en Barcelona.

Esa “contención de los salarios” es, precisamente, una de las metas de la Reforma Laboral del Gobierno, convencido de que estos “gastos” lastran la recuperación de la actividad económica en España. Ello, unido a la pérdida del poder adquisitivo de los empleados públicos -cercano al 30 por ciento-, hace que el conjunto de las remuneraciones salariales haya emprendido un declive histórico en nuestro país, hasta el extremo de que las rentas empresariales superan a las salariales en el reparto de la riqueza en relación con el Producto Interior Bruto.

¿Ha servido tal sacrificio para crear empleo?  A pesar de ser ese el objetivo aducido de la reforma, las consecuencias han sido las contrarias: aumento del paro y empobrecimiento de la población. Según los últimos datos de la Encuesta de PoblaciónActiva (EPA), el número de desempleados en España ronda ya los seis millones de personas, lo que eleva la tasa de paro, en 2012, al nivel más alto de la serie histórica comparable, por encima del 26 por ciento, algo inédito en la economía española. Pero la consecuencia más grave es que el empobrecimiento al que se expone a la población trabajadora, en virtud de tales medidas, adquiere magnitudes irreversibles, no sólo coyunturales como alega el Gobierno, debido a la caída de las rentas del trabajo, las políticas de austeridad y una Reforma Laboral fuertemente lesiva con el trabajador. Así lo pone de manifiesto una ponencia presentada al XI Congreso de Sociología, que se celebrará en la Universidad Complutense de Madrid en junio próximo, en la que sus autores analizan los procesos de empobrecimiento y los factores y condiciones sociolaborales que influyen en la aparición de las situaciones de riesgo de pobreza a las que se enfrentan los trabajadores.

Sin embargo, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sigue empeñado en alardear como éxitos de sus reformas la reducción del déficit al 6,7 por ciento en 2012 (10,20 por ciento si se incluyeran las ayudas a los bancos) y el haber evitado el rescate de la economía española por parte de los tecnócratas de Alemania (segundo rescate, si se incluyera el “adelanto” ya otorgado a la banca), auténtica “capital” de Europa desde donde teledirigen el ritmo de nuestras reformas e incluso determinan las subsiguientes medidas de “austeridad” que deberían abordarse.

Es así como, mientras al Trabajo se le exigen sacrificios, al Capital todo son facilidades. Las políticas neoliberales aplicadas son, no obstante, consecuentes con el criterio o la ideología que las anima, que sólo persiguen el fortalecimiento de un sistema económico basado en el Capital (Capitalismo) y en la extensión de su influjo hasta el ámbito de lo público, hasta ahora exento parcialmente de la voracidad del negocio. La verdadera intención de la Reforma Laboral no es, pues, el empleo ni por supuesto los trabajadores, sino la de dotar a la fuerza del Capital de medios aún más amplios y poderosos con los que reforzarse a costa de condenar a los asalariados a la miseria y al paro. Es una reforma letal a los intereses de los trabajadores. Y lo estamos sufriendo.

lunes, 4 de marzo de 2013

Días serenos

Hay ocasiones que, ni a propósito, resultan tan agradables. Confluyen en ellas circunstancias que las convierten en inolvidables. Visitar a un hijo que vive en una ciudad distante, apartado de sus seres queridos, que los días dispensen una tregua en medio del invierno y que seas acompañado por otros miembros de la familia para llenar de emociones unas jornadas tan intensas como breves, es algo que no se olvida nunca. Justo lo que sucedió.

Aprovechando el “puente” del Día de Andalucía acudimos el jueves a Villanueva de la Serena, donde trabaja un hijo. El viaje se inició en medio de una nevada que cubrió las estribaciones de Monesterio (Badajoz), dejando un paisaje más propio de una postal navideña que del sur de España. La nieve caía con suavidad y, salvo los carriles de la autopista, pintaba de blanco tejados, árboles y tierras de los alrededores. Fueron unos instantes maravillosos no exentos de temor por quedar atrapados o la posibilidad de algún patinazo. Sin embargo, al llegar a las llanuras de Zafra, el agua sustituyó a los copos de nieve, pero mantuvo el frío. Un frío que hacía desapacible ese primer día, pero que no pudo enfriar las sensaciones que nos esperaban en nuestro destino.

La alegría de un caluroso reencuentro contagió el ambiente. Así, el día siguiente amaneció espléndido y las horas del viernes se exprimieron en excursiones a la bella localidad de Guadalupe, donde se enclava un monasterio y se desparrama un pueblo de estrechas calles porticadas. Don Benito se reservaba para unas noches bendecidas con el agua bendita de El Coliseo y la profana adoración al milagro derretido de las Tortas de la Serena y la expiación de las parrilladas.

Trujillo, la ciudad medieval y cuna de conquistadores, nos acogió el sábado para que la nieta aprendiera a jugar entre piedras históricas mientras los mayores babeábamos de tanta inocencia rendida a los pies del héroe pizarreño de espada desenvainada. Sólo las cigüeñas y los ojos de la niña observaban las pétreas atalayas como elementos de un paisaje sin más significación que el de servir para nidos o juegos.

Y el domingo volvió a encapotarse para que el regreso estuviera bañado por la luz triste de las despedidas y la imposibilidad de abarcar todos los confines de Extremadura. Una tristeza relativa por la brevedad de unos días que se diluyeron entre abrazos, risas y diversiones y porque supone la posibilidad de nuevos encuentros. Estos son los días serenos de una familia que no deja de buscar ocasiones para estar unida. ¿Se puede pedir más?