lunes, 5 de agosto de 2013

El retorno

Todo el año despotricando del trabajo, de maldecir la rutina que cada día te hace madrugar para cumplir con unas obligaciones laborales y de desear perder de vista todo cuanto suponga el ejercicio de la profesión que has querido o podido adquirir, para que, cuando llevas un mes de vacaciones, ya eches de menos aquella tensión que al menos te hacía enrabietar al sentirte utilizado pero vivo, minusvalorado pero útil y mal recompensado pero con posibilidad de mantener una cierta estabilidad que incluso te permite, en estos tiempos de dificultades, disfrutar de vacaciones. Me incorporo hoy al trabajo sin ningún síndrome postvacacional, sino deseando saludar a los compañeros, recuperar mis hábitos cotidianos y volver a la “normalidad” de una vida en la que se alterna la satisfacción con el asco, la alegría con la tristeza y la preocupación con la felicidad. Al rato, una vez comprobado que todos seguimos igual y cada cosa en su sitio, hasta la ciudad y sus calles, retomo la propensión de despotricar de una rutina que me estimula como la adrenalina. Y es que no estamos conforme con nada, maldita sea.

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