martes, 18 de diciembre de 2012

Los memos del fin del mundo

Los seres humanos somos tan crédulos y necesitados de “misterios” que damos pábulo a todo tipo de supercherías. A pesar de los conocimientos de la ciencia y la técnica que caracterizan a nuestra época, nos gusta dejar un margen a la irracionalidad para que nos seduzca con esas leyendas y supersticiones cuyo mayor atractivo es, precisamente, desafiar cualquier análisis o investigación científicos y al saber acumulado por la Humanidad.

El último fenómeno de esta naturaleza es la creencia de que el mundo desaparecerá el próximo 21 de diciembre, según se desprende, al parecer, de ciertas inscripciones del calendario maya  No importa que esta civilización mesoamericana se remonte a 3000 años de antigüedad aunque consiguieran, fruto de sus observaciones astronómicas y de los ciclos naturales, establecer con asombrosa precisión la duración exacta del año en 365 días, los movimientos de la Luna y de algunos planetas y un elaborado calendario, origen de la actual fantasía. Y es que, basándose en los ciclos de medición del tiempo registrados en dicho calendario, los medios de comunicación están extendiendo la especie de que los mayas predicen el fin del mundo para cuando culmine el último de los 13 ciclos de que consta; es decir, el 21 de diciembre. Una difusión tan eficaz que hasta la NASA ha editado un vídeo en Internet con toda clase de explicaciones para calmar a los temerosos de la patraña.

Las convenciones que ideamos para hacer comprensible aspectos de la realidad, tan complejos como el tiempo, provocan paradójicamente el encanto de lo “misterioso” cuando originan curiosas casualidades. De ahí que, al descubrir que el calendario maya no es capaz de establecer una medición infinita del tiempo, enseguida sospechamos que vaticinan el fin del mundo para la fecha en que dejan de contar.

La misma "confusión" surgió –y fue motivo para el gran negocio de los cotillones de ese año- cuando se difundió que el año 1999 era el último de la década y había que celebrarlo. De nada sirvieron las matemáticas para quienes se negaban a aceptar que los decenios se cuentan del 1 al 10, siendo el 11 el inicio del siguiente. Y que, por tanto, la década daba comienzo realmente en 2001. La publicidad y la superstición de las cifras “redondas” pudieron más que la verdad ante los incrédulos o… los muy listos.

Lo llamativo de estos casos es la facilidad con que los seres humanos podemos ser sugestionados y embaucados por interesadas suposiciones. Si lo primero sirvió para explotar el negocio de los cotillones, lo segundo parece que está beneficiando la construcción de bunkers. Y es que la ignorancia y la ingenuidad nos hacen vulnerables ante los charlatanes. Nos nubla la razón. Porque, vamos a ver, en caso de que sea cierto que el mundo se extinguirá dentro de dos días, ¿cree usted que en un bunker estaría a salvo de semejante destrucción planetaria?

No deja de sorprenderme la tendencia del hombre a la memez.
 

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