Los médicos, enfermeros y demás personal sanitario se han
levantado, con paros y protestas, contra unos planes de privatización que son
impulsados en las comunidades gobernadas por el Partido Popular, siguiendo el
ejemplo del hospital de Alzira (Valencia) y que se pretende continuar también
en la Comunidad
de Castilla-La Mancha. Hasta la fecha, hay proyectos de privatización para 10
hospitales en ambas regiones, lo que podría representar un negocio de unos 500
millones de euros y el cierre de determinados servicios y prestaciones de
escasa rentabilidad económica, no social.
Lo más llamativo de estas reacciones es que se producen en
comunidades donde gobiernan los conservadores, en cuyo programa revelan su
intención de “adelgazar” la administración y entregar a la iniciativa privada
la provisión de aquellos servicios que estaban en el sector público. Tal
intención había recibido el apoyo mayoritario de los votantes de esas regiones,
dando su conformidad a esas promesas privatizadoras y al modelo de gestión que preconizan.
Tanto en Valencia como en Madrid, los populares llevan años obteniendo holgadas
mayorías parlamentarias que les han permitido llevar a la práctica sus promesas
electorales, como también ahora desde el Gobierno de la Nación. Era una
actitud consecuente con la ideología liberal que caracteriza a ese partido y de
la que venía dando avisos poco honorables como el de apartar a un responsable
facultativo de su puesto acusándolo de practicar la eutanasia con los pacientes
terminales, como hizo Esperanza Aguirre con el doctor Montes.
Es por ello que causa cierta perplejidad que, quienes
apoyaron unas medidas tan evidentes, se rebelen ahora contra las mismas cuando
comienzan a ser ejecutadas, como si desconocieran las intenciones programáticas
de a los que confiaron el voto. Se me podrá argüir que probablemente ninguno de
los manifestantes son votantes de la derecha y que, si así fuera, se sienten
engañados con esas iniciativas privatizadoras. Lo que se descubre, en cualquier
caso, es que el ejercicio del voto se realiza por parte de mucha gente sin la
ponderación debida de lo que ello supone, máxime en períodos de crisis económica
como el que estamos sufriendo, donde cada opción política representa formas
distintas para combatirla. Porque no es cierto que ya no existan ideologías,
sino que están más camufladas que nunca para evitar su rechazo entre una extensa
clase media adormecida y temerosa de cualquier cambio social.
Gracias a estas movilizaciones a favor de lo público,
¿tendremos por fin claro qué modelo de sociedad queremos? ¿O sólo afecta a la sanidad?
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