Cuando miras adentro, descubres el miedo instalado en la
geografía de nuestras intimidades; pero si miras afuera, sólo hallas un
porvenir abortado por la desconfianza y desesperanza del presente. El ánimo y
el ambiente se han impregnado de un pesimismo amargo que anula el ligero dulzor
de cualquier ilusión. Es la impronta de los tiempos difíciles que nos ha tocado
transitar con los temblores de perder lo que aseguraba una existencia más cómoda y nos permitía vislumbrar un mañana menos oscuro. La utopía se alimenta de promesas que emanan de
los lunáticos del poder, religioso o pagano, que calman a los pacíficos y
ofenden a los descreídos. De todas las bendiciones con que nos apacientan en la resignación, sólo
las que transporta la música alcanzan a ser las más reconfortantes para el
espíritu y menos narcóticas para el cuerpo. Por ello no las rechazo ni las
aborrezco, sino que me deleito en escucharlas.
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