viernes, 31 de agosto de 2012

Te despido, agosto

Te despido, agosto, aunque todavía tu agonía se prolongue hasta los días bochornosos con los que te enfrentas al otoño. Te despido, agosto, con el adiós de unos ojos deslumbrados por la brillante luz con que hacías retroceder las sombras de la noche. Te despido, agosto, con el aborrecimiento de tu influencia para aglomerar multitudes embebecidas de ocio gregario. Te despido, agosto, en el estertor de tu último aliento con el que sucumbes a la voluntad insobornable del calendario. Te despido, agosto, sin pena ni lamento por la derrota de un tiempo en que reinaste con menosprecio a cuántos te rechazaban. Te despido, agosto, con la esperanza de que tu marcha precede al tiempo gris que escapa de la monotonía absoluta de lo azul o negro. Te despido, agosto, con la seguridad de que retornarás exultante de las cenizas del invierno. Te despido, agosto, saludando con alegría la variedad cíclica que nos hace disfrutar de distintas monotonías fugaces. Pero sobre todo, te despido, agosto, sin confundir que no eres tú el que se marcha, sino que soy yo quien hace una muesca más al cronómetro de mi existencia. Te despido, en fin, agosto, en la confianza de poder repudiarte el año que viene. Por eso te despido, agosto.

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