viernes, 16 de marzo de 2012

Tiempo de escapar

El fin de semana representa la escapatoria, la ruptura con rutinas que nos desconectan de lo natural, de esa tendencia innata a la búsqueda, a dejarnos llevar por la curiosidad, descubrir cosas nuevas, conocer costumbres, gentes y hábitos distintos, de comunicar experiencias y sensaciones, para luego disfrutar en contarlo. Eso es lo que representan los viernes y las posibilidades del fin de semana. Pretendemos escapar de lo que nos retiene, para transformarlo y transformarnos, cambiar el mundo y cambiar nuestras vidas por la necesidad de romper con aquello que nos ata a lo establecido, nos encarcela en obligadas rutinas laborales. De ahí los éxodos que saturan las carreteras de coches que huyen despavoridos de las ciudades, que se alejan en busca de otros horizontes, de cualquier sitio lejos de la urbe, de la prisión. No seríamos humanos si no sintiéramos esa atracción por el viaje, por la escapatoria hacia lo desconocido, lo inhabitual, lo que quiebra el aburrimiento. Así nace la aventura, pero también la industria del ocio. Ya no existen héroes que se dediquen a la exploración de espacios ignotos porque todo está hollado por la civilización que mancilla cualquier naturaleza virginal y la explota en su beneficio, la desnaturaliza. Queda el ocio como subterfugio del viaje de aventuras y una industria que recrea a los turistas los confines de su ignorancia. O el deliberado aislamiento hacia una tranquilidad que nos devuelve a los orígenes naturales, a sentir las ansias por reencontrarnos con nosotros mismos, alejados de toda imposición. Por eso me gustan los viernes, aunque me quede encerrado en casa. A veces, para viajar, no hace falta moverse.

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