domingo, 11 de diciembre de 2011

La bondad de los sacrificios

No es tiempo de ideologías, sino de sacrificios. Sacrificios que se imponen a los débiles porque los poderosos sólo acusarán una disminución en sus rendimientos, si algo les afecta la crisis. Los débiles verán reducidos sus salarios, si no pierden el trabajo, dispondrán de menos servicios y se les cobrará más caro cualquier adquisición, aunque sea de primera necesidad. Esos impuestos indirectos que todo lo gravan, como el IVA, lo pagan los acaudalados con la gasolina del yate y los pobres con la leche del biberón. Por eso los afortunados no quieren la imposición directa progresiva, donde paga más el que más declara de renta y patrimonio.

Ya no valen las respuestas progresistas contra la crisis, sino los sacrificios de los sumisos. Son las recetas del mercado, las que encarnan Merkel y Sarkozy como marionetas del Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio y Banco Mundial, auténticos entes que controlan el negocio. Y el negocio consiste en la riqueza de unos pocos a costa del empobrecimiento del resto, tanto de personas como de países. "¡Eso es la economía, estúpido!", que dijo aquel cuando se impacientó ante tantas preguntas inútiles en un mundo de globalización. No es cuestión de justicia, sino de lucro. Se invierte para ganar dinero y todo lo que lo impida hay que eliminarlo, sea educación, seguridad, transporte o sanidad públicos, entre otros conceptos, considerados gastos, que podría ahorrarse el Estado para generar confianza de los mercados y evitar su castigo sobre la deuda soberana.

¡Qué curioso! La misma avaricia que rompió el espejismo del beneficio y crecimiento infinitos, sea especulativo o productivo, es la que impone ahora las normas de una recuperación que exige el sacrificio de los damnificados. ¿No quería usted ser rico? Pues empiece a endurecer su alma para explotar al que no tiene, amigo, y limítese a acumular riqueza. No permita que ni el Estado regule su negocio, pues el mercado se regula a sí mismo. El que vende y el que compra se ponen de acuerdo sin ningún intermediario. Y olvídese de zarandajas justicieras: cada cual tiene lo que quiere. Punto. ¿Lo entiende ahora? Pues eso, no es tiempo de ideologías, sino de sacrificios. Por ello hemos elegido a Rajoy, tonto, para que nos apriete el cinturón. Como Dios manda. Por vivir por encima de nuestras posibilidades y despilfarrar lo que no tenemos. No sé usted, pero yo sólo vivía de mi nómina, sin deber más que la hipoteca de la casa. Si eso es vivir por encima de mis posibilidades, que Dios nos coja confesados. La penitencia de los sacrificios será dura y duradera, como los castigos que Dios acostumbra: inhumanos e injustos. Pero sin ideología y llenos de bondad. ¡Créalo!

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