martes, 22 de noviembre de 2011

Ahora toca demostrarlo

Atiborrados hasta el empacho, ahora conviene hacer la digestión de tanta victoria. No cabe la excusa de la herencia recibida porque se conocían las dificultades que prometieron solucionar. Tampoco es de recibo advertir que no se pueden obrar milagros cuando se comprometieron arreglar todos los desaguisados, sin ocurrencias ni improvisaciones. Se afirmó saber lo que había que hacer y de estar preparados para las demandas del país cuando se solicitó el pleno apoyo de los damnificados por una crisis galopante. Ahora toca demostrarlo y desde el primer día, con las mismas prisas con las que se exigía no perder más tiempo, se ha de mostrar toda esa capacidad de la que se presumía para crear empleo, hacer que fluya la financiación a las empresas y clientes, bajar los impuestos, reducir drásticamente la tasa de paro, incrementar las pensiones, mantener el Estado del Bienestar, hacer que la deuda soberana baje a menos de 200, cumplir con toda la obra pública prometida (los metros de Sevilla y toda la SE 40, por ejemplo), aligerar el Presupuesto de subvenciones y ayudas inútiles, pero socorrer a quienes ya no disponen de trabajo ni de paro, cumplir con las tasas de déficit que impone Bruselas, hacer de Televisión Española un ente independiente y plural, evitar el sectarismo, que las Comunidades reduzcan el gasto sin mermar servicios, que Marruecos no encienda las reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla ni inunde Europa con sus tomates hundiendo los precios de los productos españoles, o que vascos y catalanes no se sientan relegados con las políticas fiscales, lingüísticas o educativas emanadas desde Madrid, que el AVE llegue a todos los rincones de España, que haya agua donde escasee y que la corrupción desaparezca de la política, sin amiguismos ni loterías ni trajes regalados.

No vale empezar por reconocer que muchas de las soluciones han de adoptarse en Bruselas porque amoldarse a tales exigencias era una acusación que se blandía contra el Gobierno derrotado. No vale confiar en una extinción de la crisis económica que permita la generación de empleo porque ese argumento fue denostado cuando era esgrimido por el Gobierno derrotado. No vale aconsejar paciencia a los pensionistas y empleados públicos a la hora de recuperar el poder adquisitivo perdido porque esa política de austeridad fue ya cuestionada al Gobierno derrotado. Tampoco vale procurar las vías democráticas al problema vasco porque era una claudicación denunciada del Gobierno derrotado. No vale ninguna iniciativa que haya sido emprendida por el Gobierno derrotado porque entonces no se le reconoció ningún acierto. Todo lo que no sea la corrección con la presteza prometida de cuántos problemas se denunciaron, es iniciar la desconfianza y la frustración de quienes posibilitaron una victoria arrolladora. Ahora toca demostrar que de verdad se estaba en condiciones de ofrecer alternativas viables y eficaces, como Dios y la CEOE manda.

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