sábado, 16 de julio de 2011

Crisis de un modelo

La crisis pone en evidencia las contradicciones y la injusticia del sistema económico capitalista que domina la sociedad. No hace falta más que leer las noticias que salpican los medios de comunicación para quedarse aterrado de las consecuencias que sufren fundamentalmente los débiles y los que disponen menos posibilidades para esquivarla. Si la brecha entre ricos y pobres era ya bochornosa, las dificultades actuales han hecho que se agrande aún más, reflejando unas cifras que deberían sonrojar a todos, sobre todo a los que dirigen una política que es incapaz de contrarrestar tales efectos. Y para muestra, un dato: los usuarios de la caridad y la beneficencia en nuestro país, ya sean de ayudas directas, comida, un techo para dormir, etc., han aumentado considerablemente. Cáritas reconoce que ha tenido que atender a un 25 por ciento más de personas que el año anterior.


La sociedad se empobrece tan rápidamente como parecía haberse enriquecido antes de que estallara la famosa burbuja inmobiliaria y apareciera la crisis financiera que asola a la mayoría de países de nuestro entorno. En Italia acaban de aprobar unas duras medidas de ahorro con las que se pretende suprimir lo que llaman “gasto” en los presupuestos del Estado: sanidad, pensiones, sueldos de funcionarios, educación y demás. Es curioso que los recortes se apliquen en políticas de provisión de servicios sociales, lo que antes conformaba el Estado de Bienestar, y no en tanques, ejércitos, coches oficiales, gastos protocolarios, subvenciones a la iglesia, sindicatos y espectáculos (toros) y otras partidas suntuarias, que seguro supondrían una cantidad más grande de ahorro. Sin embargo, la economía obliga a compensar ingresos y gastos (déficit cero lo denominan) para no desconfiar de las cuentas de países comprometidos en la redistribución de la riqueza y en la nivelación de las condiciones que afectan a los ciudadanos. Se trata de un sistema económico fuertemente injusto, que se guía solamente por el lucro y que percibe que las inversiones en gasto social lastran el resultado de un balance que debería ser positivo. Y, así, sin ninguna catástrofe natural ni política (fin de las existencias de energía ni guerras) que justifique su aparición, se genera una crisis económica que recorre como un tsunami el mundo entero y acaba afectando a millones de personas que ignoran de donde vienen tantos apremios si ellas no han dejado de hacer lo que venían haciendo: trabajar por una nómina que garantice el día a día de sus familias.

Si estos espasmos sistémicos del capitalismo son recurrentes, pues no es el primero y los agoreros advierten que tampoco será el último, habrá que tomar medidas para que, al menos, no golpee a los más indefensos y las soluciones no siempre afecten a las partidas que garantizan precisamente la equidad entre los ciudadanos. Porque no es de recibo que, en plena crisis, los ricos sean cada vez más ricos (no hay más que ver los beneficios de los bancos, precisamente uno de los agentes causales de la crisis) mientras los pobres aumentan sus filas de gente abocada al paro y a la falta de recursos por las políticas de contención del gasto que se poneen en marcha.

No deja de ser contradictorio del propio sistema que por un lado empobrece a la población y por otro exige el mantenimiento del consumo para que la actividad económica no se frene. Y es injusto que los débiles, los que no pueden acudir a la medicina privada ni a colegios de élite, vean limitados o encarecidos esos servicios que se consideraban públicos y están sufragados por impuestos que no dejan de cobrarse. Un mínimo de sensibilidad social debería espolearnos a combatir este estado de cosas y a luchar para que las cargas de un sistema contradictorio e injusto, si es imposible su sustitución por otro modelo más solidario, se reparta cuanto menos entre todos, exigiendo mayor esfuerzo a los que más tienen y beneficiando a los que nada o poco han tenido la oportunidad de tener. Deberíamos aspirar por una economía humana al servicio del hombre, y no al revés.

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