miércoles, 1 de junio de 2011

Tita, mi hermana

Un correo amanece en el ordenador para traerme una tristeza que convierte en insoportable al día azul de hoy, transforma la luz primaveral en aguijón metálico que hiere los ojos y hace que las voces de la calle te perforen los oídos. Unas letras que derrotan el ánimo y humillan la voluntad hasta aplastarla bajo el peso del dolor y el desconsuelo. Unas simples palabras que destruyen todo cuanto en años has disfrutado y que, en un instante, desaparece de tu vida, dejándote con la sensación de haber perdido el tiempo y haber despreciado las oportunidades para tratarla con mayor justicia. Me escriben que mi hermana se está muriendo y no puedo remediarlo. Parte de mi vida se va con ella y ni siquiera puedo despedirla. Apostamos por separarnos para escapar cada uno en una dirección distinta y la muerte nos encuentra alejados entre nosotros, nos descubre solos y, ya sin remedio, no nos concede ninguna oportunidad para un último abrazo. Nos arrumba a la orfandad de los recuerdos que se alimentan de una pena cercana a la culpabilidad.

1 comentario:

Juan Pablo Bellido dijo...

Lo siento en el alma, amigo. Quiero que sepas que no estás solo. Ya sabes que no lo estás, pero en estos momentos, menos todavía. Mucha fuerza y mucho ánimo. Un abrazo fuerte.