jueves, 21 de octubre de 2010

Derecho de réplica

Decía Scalfari, fundador del diario La Repubblica de Italia, que “periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. Ese contar lo que nos sucede está esculpido en la Constitución española como un derecho fundamental en el marco de las libertades civiles que definen a una sociedad democrática. Se trata de una garantía que pertenece a la sociedad para estar informada, en el marco del pluralismo que impregna al conjunto social, a fin de disponer de una opinión pública con capacidad para discernir, decidir y poder defenderse frente a los ataques o agravios que puedan socavar las libertades y seguridad democráticas.


Los periodistas, en particular, y los medios de comunicación, en general, se convierten de este modo en mediadores de la prestación de unos derechos, de información y libertad de expresión, cuyos destinatarios últimos son los ciudadanos. Tal labor de mediación adquiere la relevancia de un servicio público que ha de procurar el disfrute de tales derechos, sin manipulaciones ni intereses espurios. Y la premisa básica para ello es contar siempre la verdad, aún sabiendo que la verdad objetiva no existe, sino múltiples versiones subjetivas y parciales de ella. Aquí radica el primer compromiso ético del periodista: el respeto a la verdad.

De ese compromiso se derivan todas las actuaciones y procedimientos que, más allá de lo que exijan los imperativos jurídicos y legales, hacen prevalecer la búsqueda de la verdad, basada en la libertad de investigar, la honestidad de la información, la relevancia de los hechos, el contraste de las fuentes, la libertad de comentario y crítica y, en definitiva, la exhaustiva diligencia profesional del periodista, sobre cualquier otra consideración económica, empresarial, política, etc.

Sin embargo, aún cumpliendo escrupulosamente el principio ético de la verdad, como humanos los periodistas pueden cometer errores y omisiones en la publicación de las noticias. Incluso puede suceder que el derecho a la información, así entendido, pueda colisionar con otros derechos fundamentales de las personas, como el del honor, la intimidad y la propia imagen, y que están igualmente reconocidos por la Constitución. En tales casos, es tanta la protección del derecho a la infoirmación que esos otros derechos quedan supeditados a la primacía de la libertad para informar sobre hechos de relevancia social, cuya trascendencia, para la formación de la opinión pública, hace que prevalezca el interés público al particular, siempre y cuando se trate de informaciones veraces, relevantes y necesarias para el derecho a saber de la sociedad, y que los ámbitos privados invadidos tengan incidencia en la vida pública. Evidentemente, hay abusos (prensa del corazón, por ejemplo) porque no todo es información y en su nombre se cometen atropellos abominables.

Pero en aquellas otras ocasiones donde se producen errores u omisiones, el atributo a la verdad obligará a reconocer y rectificar la información ofrecida equivocadamente a la mayor brevedad y permitiendo al afectado (persona o institución) poder expresar su réplica. Esta posibilidad de enmendar yerros, inserta en el compromiso con la verdad del periodista, es lo que constituye el derecho de réplica. Se reconoce con él la probabilidad de errores a la hora de elaborar una información, pero al mismo tiempo se posibilita la capacidad de restaurarlos, dando voz a la parte afectada para aproximarnos a la verdad menos parcial de los hechos. Es un instrumento legal que disponen los ciudadanos a la hora de enfrentarse a los medios y a su poderosa influencia.

Ello debe contemplarse desde la consideración de que los ciudadanos son los sujetos de los derechos y su relación con los medios de comunicación -meros intermediarios de la información, no sus propietarios-, deberá permitir el control de los mismos, mediante el derecho de réplica y rectificación, amén de los mecanismos que las leyes dispongan al efecto. Más que una cortapisa, es una oportunidad del periodismo para complementar la información y aproximarse a la verdad: único compromiso del periodista. Y una exigencia de los lectores.

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