domingo, 15 de agosto de 2010

España y Marruecos: un conflicto interminable

España hace frontera con África. El estrecho de Gibraltar es el paso entre continentes. Históricamente esa zona ha sido nudo de confluencia entre civilizaciones. La historia de los países que conforman la ribera del Mediterráneo está escrita con los lazos que, unas veces amistosos y la mayoría belicosos, interrelacionan civilizaciones, culturas y continentes. En esa Historia queda registrado que, antes de que existiera Marruecos como país, España ya disponía en aquel protectorado ciudades y territorios bajo su soberanía. Incluso tuvo una provincia que, en los estertores de la dictadura, cedió bajo presión (la Marcha verde) a Marruecos: el Sahara occidental.

Hoy continúan siendo españolas las ciudades de Ceuta y Melilla. Pero las tiranteces entre ambos países no se atenúan. No se trata de ser potencia colonial porque no es el caso. Pero ante la situación de boicot del abastecimiento que impone el denominado Comité Nacional para la Liberación de Ceuta y Melilla, con la anuencia del Gobierno marroquí, el cual participa en la creación del conflicto elevando protestas al Gobierno español por supuestos tratos vejatorios a inmigrantes en los pasos fronterizos, lo que cabe demostrar es firmeza. Cuando los actores de unas provocaciones no desisten de la actitud de enfrentamiento que juzgan positiva a sus reivindicaciones, hay que mostrar la convicción de la razón.

Es evidente que Rabat no renuncia a la reclamación de soberanía sobre las ciudades españolas del norte de África, y periódicamente reabre un conflicto que pone al borde de la ruptura las relaciones entre ambos países. Si, a pesar de las explicaciones y la diplomacia, no se convence al discrepante, habrá que responderle con hechos que pongan de manifiesto la firmeza de nuestra posición.

Y esa posición es que Ceuta y Melilla son territorios españoles que no aceptan ningún chantaje. Hay que tener “músculo” para, si lo que se busca es ahogar aquellas ciudades, demostrar que ellas no dependen del intercambio con Marruecos, antes al contrario. El boicot se combate demostrando que el abastecimiento de víveres y de relaciones comerciales puede ser suplido de inmediato desde la península, haciéndoles que “el tiro les salga por la culata” y sean ellos los que padezcan las consecuencias de sus propias provocaciones. Claro que, para tamaña firmeza, hay que tener “músculo”. Y voluntad de ejercitarlo.

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