domingo, 29 de agosto de 2010

Dos segundos

Aporreaba la puerta con unos golpecitos rítmicos, pero cansinos. Dos segundos de silencio le bastaban para volver a insistir, como si ello fuera suficiente para hacer que alguien surgiera de la nada. No había nadie por los alrededores salvo él llamando a la puerta. Tiempo atrás, con sólo un par de golpes, una voz respondía desde el interior solicitando paciencia. Entonces, aparecía ella radiante y le invitaba a pasar. Ahora nadie le abría la puerta. Al cabo de dos segundos volvía a insistir sin acordarse nada del accidente y desconociendo que todos se hallaban asistiendo a su sepelio. Le faltaron dos segundos.

No hay comentarios: