lunes, 2 de agosto de 2010

Agosto

Mes esquizofrénico, de aparentar lo que no se tiene o lo que se desea, de salir en estampida para no llegar a ningún sitio más agradable que la propia casa, mes de las aglomeraciones costeras y los desiertos mesetarios, de chicharras abrasadas al sol y moscas rubicando las sombras, días calcinados como un escaparate abandonado y vacío, de calores secas y sudores fríos, mes por antonomasia para el agotador descanso personal y el insoportable cansancio social, así es agosto, octavo mes del año que nos aboca a desvestirnos para cubrirnos con el ropaje de la felicidad aparente, el jolgorio inútil y vacuo, la teatralidad húmeda e hipócrita de nuestra pobre representación. Noches de insomnio y días ilusos para solaz del engaño y el disimulo. Es agosto, mes de las vacaciones impuestas, con impostura obligada del disfrute en medio del hastío, objetivo excluyente de lo apetecible, minoritario y tranquilo. Es el mes gregario por excelencia. Es agosto, para quien lo quiera.

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