martes, 20 de julio de 2010

Peligroso oficio

De vez en cuando, con más frecuencia de la que sería deseable, conocemos noticias sobre el asesinato de algún periodista. Si el desafortunado no es muy conocido, el hecho queda encajonado en la sección de sucesos, un eco casi imperceptible entre las atrocidades que acontecen cada día. Es lo que ocurrió con la de Sokratis Giolias, periodista griego asesinado ayer a tiros en Atenas. El relato no amplía mucho lo sucedido, salvo que es el segundo periodista muerto de forma violenta en el país desde los ochenta y que “alguien quería silenciar a un muy buen reportero de investigación”, en opinión del presidente de la Unión de Periodistas, Panos Sobolos.

La muerte de personas a causa de su profesión no son raras, pero la mayoría son de carácter fortuito, accidentes inevitables que provocan la pérdida de vidas humanas entre pilotos, médicos, mineros, albañiles y así un largo etcétera. Como producto de una decisión criminal para eliminar a una persona que ejerce de forma legítima su trabajo, son los periodistas los que corren mayor peligro. Honradamente abocados a descubrir la verdad y las razones de los acontecimientos, destapan causas y relaciones que se pretenden mantener ocultos. No son héroes, sino devotos de una profesión sobre la que pende el riesgo de pagar con la vida el derecho que nos asiste a todos de acceder a la información, un tributo que merece algo más que un suelto perdido entre las páginas del periódico. Merece el reconocimiento de cuántos en los medios de comunicación están empeñados en idéntico fin y de quienes aprecian ese derecho a la información como auténtico sustento de una opinión libre y plural, garantía contra el maniqueísmo y la manipulación.

A alguien le ha molestado ese propósito que ennoblece al periodismo y ha optado por callarlo definitivamente. Aunque Sokratis Giolias ha sido quien más caro ha pagado, hasta la fecha, el precio por la libertad, la sociedad entera ha recibido la afrenta del ocultamiento, la falta de información y los espurios intereses que amordazan nuestro derecho a saber y estar informados. Peligroso oficio el de periodista.

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