miércoles, 14 de julio de 2010

Mediocre sin ira

Aquella época, y con ella, ¡ay!, la edad de las utopías románticas, se nos escapó sin que nos diéramos cuenta. Inmutable, sólo ha quedado la sólida existencia de un sistema que devora cuánto brota a su alrededor: ilusiones, ideales, amigos, años…

De tal batalla, perdida siempre de antemano, lo más doloroso no es la derrota, sino el vacío que dejan los antiguos compañeros que, intuyendo que los sueños no bastan para subsistir, se alejan abandonándote en tu lucha contra las quimeras. Es entonces cuando sientes que has perdido el tren de tu generación, que toda oportunidad es tardía y estéril, y andas descarriado intentando encontrar algún camino de vana coherencia con tus convicciones. Desesperado, buscas refugio en una charlatanería complaciente que te permita esquivar esa corriente de soledad que desemboca en la locura de los nostálgicos y necios.

Abrazas así el encanto de lo cotidiano, la belleza de lo efímero, la vulgar felicidad del mediocre.

No hay comentarios: