miércoles, 5 de mayo de 2010

La necesidad de la memoria

Ni las personas ni los pueblos pueden vivir sin memoria. Se trata de una facultad esencial de la vida que nos permite recordar el pasado para conducir el presente y optar por un futuro libre de errores. Si no somos capaces de aprender de las lecciones recibidas, como personas y como colectivos estamos condenados a repetir lo que pretendemos olvidar. La amnesia sólo posibilita volver a equivocarnos.

Honrar la memoria no es revanchismo ni juzgar el pasado. Todos los países, cuya historia está salpicada de acontecimientos bochornosos junto a otros gloriosos, asimilan su pasado para, conociéndolo, encauzar su presente por sendas de integración, reconciliación y progreso. Deciden asumirlo para cicatrizar sus heridas, como se hace con los pacientes a quienes los psicólogos ayudan a superar traumas, intentando que acepten lo sucedido para poder curarse.

España tiene necesidad de recuperar su memoria histórica. Es lo que hizo Alemania con su pasado nazi, los EE.UU. con su guerra de secesión, los japoneses con sus afanes imperialistas que dieron lugar a la II Guerra Mundial, Argentina con sus dictaduras, el Portugal de Salazar, la Francia de Petain, Chile con Pinochet, etc. Todos buscan desvelar su pasado para limpiar de cargas el presente y encarar con optimismo el futuro, sin lastres ni vergüenzas que lo hipotequen.


Abrir las fosas del franquismo en España es el obligado colofón de una Transición que, de lo contrario, no estaría definitivamente cerrada. Es un acto de necesidad, no sólo con la Historia, sino con vecinos que aún sufren por encontrar al familiar desaparecido a causa de una contienda fratricida que incluso las víctimas desean dejar atrás. Es humano enterrar a los muertos, cualesquiera que hayan sido los motivos de su muerte. Dejarlos tirados por las cunetas, en fosas comunes o junto a tapias de cementerio siempre movilizará a quienes consideran a los seres humanos depositarios de una dignidad que los distingue de los animales. No se trata de rescatar propiedades expropiadas, de juzgar comportamientos de guerra, de recuperar cargos o títulos invalidados por los vencedores, no. Se trata sólo de extraer unos cuerpos para que sus familiares puedan, al fin, darles pacífica sepultura y puedan llorarlos en tumbas conocidas y visitables, como hacemos todos. ¿Qué derecho hay para impedírselo?

Fotografía de fosa común en La Guijarrosa (Córdoba). Cortesía de su autor: Juan Pablo Bellido

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