miércoles, 30 de septiembre de 2009

Saludos, desconocidos del ciberespacio

Ayer no sabía lo que era un blog y hoy intento crear éste. Siempre he sido un desconfiado de las nuevas tecnologías y lo deploro. Prefiero un periódico de papel a leer en una pantalla luminosa. Hasta hace muy poco me resistía a contratar internet e incluso el ordenador lo consideraba un juguete muy caro, cuya utilidad se limitaba a bajar películas y canciones, en el mejor de los casos, o a abrir una ventana de chateos y contactos de los hijos con desconocidos de amplia y en ocasiones peligrosa ralea. Evidentemente, mi resistencia no impidió que mis hijos accedieran a internet. El teléfono portátil o celular -guerra perdida por denominar correctamente- lo adquirí gracias a un regalo de mi familia hace un par de años. El uso y el coste del "móvil" no justifican, en mi caso, naturalmente, su adquisición. Hasta el microondas ha sufrido mi resistencia para entrar en casa. Al final ocupa un espacio en la cocina para calentar la leche del café.
No obstante, no reniego de la informática. Considero todos estos avances de gran utilidad si se les da un buen uso. Los procesadores de textos, por ejemplo, me han permitido escribir páginas de una pulcritud y un diseño que eran inconcebibles de cuando lo hacías con la "olivetti", cuando cualquier error te obligaba a repetir la página. Y el correo electrónico me ha eximido de la exclavitud del sello postal para comunicarme con familiares residentes en otros paises, facilitándome una comunicación casi instantánea.
Es decir, reconozco el progreso que estas nuevas tecnologías representan para la vida diaria. Aún así, siempre he sido desconfiado ante ellas y las manejo con un inevitable temor. Como en muchos, por no decir en casi todos, otros aspectos de la existencia. El mundo es un lugar tan complejo que, si te detienes a analizar los frágiles hilos de los que pende tu vida, el desasosiego sería tu estado permanente. No es cuestión de ser pesimistas, sino optimistas responsables para compartir esas inquietudes con quienes, desconocidos del ciberespacio, padecen la misma angustia vital de ser conscientes del vivir, e intentar escarbar en la máscara de la realidad para desentrañar las fuerzas que subyacen bajo ella. No es filosofar, es cuestionarnos el mundo. No nos quitaremos la bota que nos pisa, pero al menos evitaremos que además nos engañe. ¿Te apetece?